Por el título pareciera que llevan un mismo apellido, mas son cuatro vecinos del barrio La Agonía quienes habitan y trabajan a escasos treinta metros uno del otro, sobre la avenida central de la ciudad alajuelense (de Alajuela, Costa Rica).
En algún momento nos hemos topado con María Cháves Barrantes, Adilia Cabezas Quesada, Hortensia Quirós Bravo y Bolívar Valverde Huertas. Ellos son los robles canosos del barrio quienes adornan estas páginas.
Son pilares en pie de guerra, a la vista de cualquiera y constituyen un valioso ejemplo para las nuevas generaciones. Dedicación al trabajo, humildad, honradez y espiritualidad, son los fundamentos en sus vidas que los acreditan como ciudadanos hijos predilectos de una comunidad.
Un detalle coincidente en ellos es la «viudez» que experimentan. A pesar de tal condición, continuaron la lucha tenaz orientando responsablemente a sus hijos y nietos: nunca aflojaron ni echaron un milímetro hacia atrás, porque siempre enarbolaron la bandera del trabajo, la educación, manutención y respeto al hogar. Hoy, sus descendientes son excelentes educadores, empleados bancarios, amas de casa, obreros del calzado y la construcción, exitosos músicos, hábiles costureras y empresarios.
Aún con la presencia de algunas enfermedades propias de cargar «un montón de años» – más de 330 – dicen ¡Presente! disparando energía en sus puestos de trabajo; sin excluir, las durísimas labores que genera el hogar.
Don Bolívar, como le conocemos y decimos con cariño, hace muchos años dejó el establecimiento donde administró la famosa cafetería, ubicada en el corazón del comercio alajuelense. A esta fecha, con más de noventa años a cuestas, sigue mostrando ejemplo de trabajo: acompañado de la bulliciosa carreta cargada con cilindros repletos de gas para cocinar, transporta el producto a sus clientes hasta las puertas de casas y negocios. De esta forma, hace de su pequeña empresa, un eficiente servicio a domicilio que vista en términos modernos bien le calza el calificativo de «gas express».
A fortalezas humanas hechas con esta madera, no hay duda que Dios le dará más oportunidad de permanecer activos para que las nuevas generaciones puedan recoger e imitar su ejemplar actitud; o por lo menos, tienen la opción de conocer la lucha, el sacrificio y vida honesta de un ciudadano decidido a hacer grande una familia, un barrio,y una nación.
Frente a la casa de don Bolívar, atravesando la calle, ¿Quién no ha sentido la abnegación, el calor humano, la alegría, el humor y popularidad de Adilia? Aquí encontramos a la mujer blanca, de caminar pausado, con cabello casi plateado y vistoso delantal a colores.
Si no está junto al molino utilizado para las moliendas de maíz, la vemos sentada frente a su máquina de coser, o ante la gran mesa de cortar donde extiende las telas (géneros) y coloca los patrones (moldes de cartón) para diseñar y cortar a pura tijera, lo que serán sus grandes obras, las famosas camisas para niños y adultos.
Todo esto lo mezcla con la cocina. Sus padres – nuestros inolvidables abuelos – le heredaron una excelente «mano» y de ésta los deliciosos tamales que prepara en cualquier época, sin esperar la Navidad, fin de año u otras fechas especiales que nos obligan a grandes carreras para pagar precios altísimos por «molidas» y compra de ingredientes. Ella, es una de las tantas damas hechas en madera fuerte y fina como el roble, adicta al trabajo, propias en mantener la bella tradición tamalera que nunca desaparecerá del hogar costarricense, por más alto que sea el costo de las cosas y la vida.
«Los tamales son tamales en cualquier ocasión y «salen» más baratos que en fechas tradicionales», dice, mientras deposita un poco de chicharrones y maíz en la tolva del molino. ¡Y saben tan deliciosos, no importa que sean preparados en mayo, abril o cualquier mes!
Así es Adilia. ¡Más de medio siglo sin dejar la costumbre de madrugar y menos el trabajo! ¿Cómo no valorar su fortaleza? ¿Acaso no es con trabajo honrado como se construye la paz y el progreso de un país?
A menos de veinticinco metros hacia el este de esta casa y punto de trabajo de doña Adilia, está la casa de adobes de doña Hortensia. «Tencha», nació en enero de mil novecientos catorce, costurera, ex-vendedora de verduras en un «mercadito» propio, modista, recuerda cuando cobraba ciento cincuenta colones por la confección de un vestido y lo hacía a domicilio, trasladándose a pie hasta el Barrio San José, Río Segundo y otros puntos de Alajuela.
En estos momentos, a pesar de sus limitaciones físicas, la observamos dedicada a labores del pintado en tela, confeccionando hermosos limpiones para cocina y adornos utilizados en muebles de sala y otras figuras propias del hogar.
Doña María ha tenido de vecina durante toda su existencia a la iglesia La Agonía, habita al pie de la misma. La conocimos metiendo el hombro a su esposo don Tuto Bravo y a sus hijos en labores de zapatería, emplantillando zapatos, en la fábrica de calzado «Elegante», ubicada en su propia residencia.
Además, Dios le suministró una especial «cuchara» en la elaboración de cajetas tiernas y duras a base de chiverre, destacándose por el toque mágico que le impregnaban las semillas de la misma fruta encima de aquellos dulces, apetecidos y perseguidos en la comunidad por grandes y pequeños.
Cuando concluía la cosecha de chiverres, llegaba la cosecha de guayabas, de éstas obtenía la deliciosa mermelada especial para el pan y otros usos, sin faltar nunca las conocidas «tricopilias», que eran pedacitos de dulces a un punto semiduro, en forma de cajetas.
Hoy, a sus noventa y cuatro años, prepara los alimentos diarios del hogar y en horas de descanso teje y teje como las arañas, hermosos tapetes, canastitas y alfileteros adornados con flores de nudo francés, recuerdos que regala a sus visitas.
Hijos, nietos y bisnietos, la sociedad completa, autoridades gubernamentales, instituciones, la iglesia en general, tenemos por obligación un compromiso: dar el lugar privilegiado a todos los robles de nuestra Patria para que vivan con dignidad y respeto a sus sagrados derechos.
Ellos son las aulas y escuelas donde debemos asistir y aprender sus lecciones siempre llenas de sabias experiencias y sabiduría. ¡Adelante, don Bolívar, Adilia, Hortensia y María!
LOS ROBLESD EL BARRIO.,excelente comentario esas personas son un orgullo para todo el pais,,,,,,,