Refrescante es evocar pasajes o momentos del ayer que nos hagan olvidar – por lo menos un instante – los tiempos actuales, saturados de violencia y destrucción. Aquellas vivencias infantiles repletas de preciosos juegos, humildad, limitaciones de todo tipo, sanas costumbres apegadas al hombre y respeto a la naturaleza que lo rodea.
Allá por los años sesenta, fueron las excursiones o paseos – a pie – bajo la inspección indiscutible del abuelo. La visita a los cristalinos ríos y pozas formadas en el Río Ciruelas, camino a Rosales de Desamparados, distrito de Alajuela. Recordamos Poza azul, La iguana, El botecito, Media luna y La mejicana. Zona rica en agricultura, frutales y hermosas fincas cafetaleras, fuente de trabajo para nuestros campesinos.
Aguas puras y vegetación exuberante, formaron paraísos naturales en centros de atracción para todos, permitiendo el acercamiento a todo lo creado por Dios, respetado por grandes y niños.
Recorrimos potreros, cafetales y senderos. En extensos campos compartimos la presencia de familiares y vecinos, disfrutando las deliciosas comidas y bebidas: el inconfundible «gallo pinto», café, tamales, pastelillos, tortillas con queso, refrescos naturales de limón y otras frutas, arroz con leche y dulces, todo preparado en el hogar.
Los niños aprendimos del abuelo a construir el fogón en el potrero u orilla del río. Con tres o cuatro piedras del mismo tamaño, colocadas firmemente en el suelo, para sentar la orgullosa cafetera que muy rápido hervía el agua a borbollones. De los utensilios caseros, introducidos en un saco de «gangoche», el abuelo extraía el chorreador de madera y la bolsita de manta, especial para chorrear el delicioso café, en la forma tradicional.
Con el singular aroma, disfrutábamos del paisaje, aire fresco, agua sin contaminar, el sonido de la cigarra (chicharra), la presencia de ardillas, lagartijas, garrobos, iguanas y mariposas, bajo sombras riquísimas producidas por inmensos higuerones, guanacastes, caraos, poró y zapotes. Todo un escenario natural inolvidable, especial para la pesca de barbudos, descanso, diversión y aventuras infantiles.
De sus alrededores recogimos guabas caite, jocotes tronadores, cuajiniquiles, caraos, nances, guapinoles, nísperos, guayabas, güisaros, manzanas rosa portadoras de «calenturas» si comíamos en exceso – decían nuestros abuelos – y las llamadas «manzanas de agua», en altísimos árboles que con su vistoso fruto rojizo y grandes hojas verdes parecían adornos navideños, plantados en potreros y fincas cafetaleras, sin faltar las brillantes «lágrimas de San Pedro», utilizadas en la confección de finos collares y pulseras, similares a las mejores joyas de Europa, según la imaginación infantil de hace varias décadas. Con sencillez, disfrutamos los tiempos de nuestros abuelos.
Así se vivía, los niños casi ni sufrimos resfrío alguno o accidentes en pozas y ríos, no fuimos amenazados por individuos que atentaran contra la vida y agresión al adulto y la niñez, como es regla en estos tiempos. Disfrutamos de una época más tranquila, segura, pacífica, menos materialista, sin lujos, más humanista y solidaria. Una época con más fe, cargada de valores morales, religiosos y patrióticos.
En la escuela practicamos muchos juegos y trabajos. Hicimos producir la tierra con el pico, la pala y el rastrillo; con la guía y entusiasmo del maestro, vimos nacer el culantro, rábanos y lechugas. ¡Qué diferente si nuestros hijos conocieran hoy el amor a la tierra y la importancia de nuestros campesinos, quienes luchan a puro sacrificio para hacer producir la semilla con su sudor y esperanza!
«Las niñas – recuerda mi hermana con mucha nostalgia – guardábamos los cromos en cajitas de cartón y entre las hojas de los cuadernos. Las compañeras «pudientes», o sea, las que sus familias poseían más dinero y comodidades en sus hogares, tenían cromos más finos comparados con los nuestros, que eran más humildes: angelitos cachetones con caras rosadas y bordeados de escarcha y hasta con perfumes, a los más populares y hasta recortados del periódico, en blanco y negro. El mismo papel periódico fue utilizado en muchos hogares para forrar cuadernos, diccionarios y libros de lectura».
La mayoría formamos parte de los niños «menos pudientes» o con poco dinero en nuestros hogares, pero todos, junto a los «mejor acomodados» disfrutamos del aula, la tierra, el estudio, los juegos, la inocencia, el respeto por el maestro y la solidaridad en las familias.
El juego de los «yaxes» unió a los menores y adultos. Jugamos en el corredor de la escuela, en todo espacio aunque fuera reducido. Los más baratos o sencillos eran simples piedras uniformes recogidas de las calles y caminos, junto a los de plomo; los más finos o lujosos llamados «campana», siempre vestidos en colores turquesa, fucsia y amarillos que al rebotar y pegar uno con el otro, despedían bellos sonidos. Las bolitas se adaptaban a la calidad del yaxe, unas de color lisas y las de varios colores mezclados, un lujo adquirido por la minoría de las niñas.
Otros juegos nos permitieron la diversión y el ejercicio físico y mental. La suiza doble y sencilla, altura, chilillo, series con bolsillos, buchacas, futbolines. Un futbolín lo construimos con una tabla lisa rodeada con bandas de hule para impedir la salida de la bolita de vidrio del campo de juego, cada jugador bien concentrado y plantado en la madera, representados con clavos de pulgada o más altos, generalmente, del mismo tamaño, espigados, oscuros, cabezones y hasta con herrumbre, representando ambos equipos. Estos jugadores casi nunca fueron sustituidos porque siempre permanecieron fieles a su equipo y sin lesiones.
Con la paleta o un cabo de madera de unos ocho centímetros, impulsamos la popular «bolincha», al marco contrario para celebrar los goles, pero en muchas ocasiones volamos la pelota fuera del campo, como lo hacen los jugadores de carne y hueso.
Hicimos apuestas con cajetillas de cigarrillos, León, Piel Roja, Viceroy, Camel y otros recolectados en negocios, mercados y calles. Coleccionamos postales (de mariposas, futbolistas, países) para intercambiar y jugar al «resbalón», este juego se lograba ganar si la postal lanzada desde el borde de una mesa, gradas o muro, caía encima de cualquier otra postal, aunque tocara una punta de aquella. En estas condiciones, el ganador recogía todas las postales que hasta ese momento cubrían el suelo.
En campos abiertos, calles, potreros, patio de la escuela, jugamos a los «puros», utilizando un cabo de palo redondo pulido, imitando un bate de béisbol, y con troncos (puros) de diez centímetros de largo colocados entre dos piedras o ladrillos que al ser levantados y expulsados con el bate, recorrían considerables distancias a gran velocidad a lo alto y largo, hasta confundir nuestra vista.
Luego la gran tarea de localizar cada puro y contar la cantidad de pasos contados del «bateador» para decidir quién lo envió más largo y así decidir el primer puesto. ¡No más humildes y sencillos podían ser nuestros implementos para la diversión y relación con los demás!.
Hoy, se va extinguiendo la comunicación en las familias y vecinos, la relación familiar es menos intensa, los ríos y mares están contaminados, van muriendo los peces y la deforestación es impresionante. Los niños «marcos ramírez» (alusión a la obra literaria de Carlos Luis Fallas ) ya se marcharon, hasta su literatura ha desaparecido de las aulas, porque algunos profesionales consideran su contenido como prácticas ya superadas o propias de tiempos pretéritos.
Las actuales y venideras generaciones somos herederas de una Naturaleza y valores humanos vapuleados por el mismo hombre, sin conciencia ni visión al futuro.
Un homenaje a los abuelos presentes y fallecidos de nuestros barrios. Hortensia, doña María, doña Adilia, don Luis, don Bolívar, don Tuto, don Santos, don Paulino, doña Bolivia, don Agustín, don José, don Reynaldo, doña Sofía, don Isidro, don Ismael, doña Olga, doña Virginia, doña Carmen, don Manuel, doña Marina, doña Juana, don Sebastián, don Amado, don Israel, doña Josefita, don Eberto, don Tulio y todos los abuelos que hicieron feliz nuestra infancia con sus consejos y regañadas.

Interesante blog, voy a pasar mas seguido por acá.