Probadita a una dulce historia alajuelense…
¿Quién no se llena de nostalgia al trasladar la mente hacia atrás, para alcanzar las vivencias, ocupaciones, espiritualidad, humor, costumbres, luchas y alegrías de un pueblo trabajador?. Es saludable recordar a nuestros hombres y mujeres quienes dieron con su trabajo, honradez y disciplina, enormes y valiosos ejemplos a sus hijos, nietos y a las generaciones siguientes.
La «Pastelería Güell» fue conducida sabiamente por el cartaginés don Rubén Güell Ovares, quien abandonó su tierra natal después del terremoto en Cartago, huérfano de madre, pasó a la ciudad herediana (Provincia Heredia, Costa Rica) donde inició la profesión de pastelero y la continuó en otro pedazo del suelo costarricense, su querida Alajuela.
La pequeña empresa esquinera, situada dos cuadras al oeste de la Iglesia La Agonía, sobre la Avenida Central, casi en el corazón de la ciudad, era una edificación muy humilde, construida en bahareque y techo de zinc.
Al ingresar o estar cerca del establecimiento, nos atraía el rico olor a azúcar acaramelado, harina, naranja, miel de guayabas y piña, porque allí mismo, en la inmensa paila de bronce, Güell, su esposa y sus trabajadores, preparaban las jaleas y mermeladas con las frutas producidas en el distrito Desamparados; mientras en carretones se trasportaba leña de guayabo y troncos de café para encender y mantener vivo el hermoso horno construido a base de ladrillos, cemento y barro, pegado a una de las paredes. Así iniciaba la faena a las cuatro de la mañana, listos para preparar los deliciosos panes y confites.
Dos empresarios de Alajuela, suministraron parte de la materia prima a la Pastelería Güell: don Rafael Fernández, distribuidor de leche y derivados y don Jorge Ávila, reconocido comerciante de la ciudad, suministraba sacos con harina de la famosa marca «Medalla de Oro» (Gold Medal) y latas repletas de manteca «Garrido Llovera».
Casi todos los operarios de La Pastelería Güell, eran una familia. Sus hijos «Chicho», Jorge y Claudio, Macho Soto (el cuñado de Rubén) y la inseparable vieja, la mundialmente conocida «Macha Güell», trabajadora incansable al lado siempre de su esposo, mujer llena de alegría y bastante hábil para la conversona y lanzar «dicharachos» a todo y para toda ocasión.
Junto a ellos, fueron piezas vitales los trabajadores «de afuera» (no de la familia), recordamos al hornero Hernán Oreamuno y los encargados de limpiar latas y moldes; también los distribuidores quienes realizaban su trabajo a pie, cargando sobre sus cabezas los grandes tableros confeccionados en madera, repletos de fresca repostería y dulces.
Aquellas manos obreras nos deleitaron toda la vida con los exquisitos y finos tosteles: cuñas, éstas, las más populares o perseguidas, quequitos, gatos, arrollados, queques con lustre, suspiros, «recortes» (combinación de pedazos de tosteles empacados en bolsas), «borrachos» (preparados con los tosteles añejos que devolvían los negocios, reciclándolos en una sola masa revueltos con azúcar, agua, colorantes, miel y «un toque» de ron), costillas, cachos con jalea de guayaba y crema envueltos en un polvo blanco azucarado, budín, galletas dulces (negras) a base de leche en polvo y miel de tapa, pan de rosas, enchiladas con picadillo de fiesta, las enormes orejas tostaditas, conserva de mango, confite de fiesta (maní pelado cubierto por una pasta blanca dulce, envueltos en papel celofán a colores), arrollados de carne, confites en cartuchos blancos, mermeladas y otros productos. Incluso, vendían manteca por libras y cuartos. Toda una delicia para niños y adultos.
Diez céntimos nos dio derecho a un cacho o tres cachos por la inconfundible «peseta»(veinticinco céntimos de colón). ¡Cuántos niños disfrutamos el desayuno, el recreo escolar, paseos y cumpleaños con los tosteles de Güell!
La pastelería Güell es parte de la rica historia obrera alajuelense. Una dulce historia. La fama de la Pastelería corrió por los establecimientos más visitados, mostrando en sus urnas, estanterías y cajas de cartón, el sello y calidad «Güell».
Muchos establecimientos comerciales de Alajuela, pasaron a ser grandes clientes de la pastelería. La famosa Heladería de Chepe Espinoza, La Giralda, Matraca, Los Castro, Los Rosich, la cantina El caballo blanco, Los Agüero, las pulperías de don Dago y la de don Otoniel, muy visitada por sus granizados o raspados de hielo, las escuelas centrales de la ciudad y otras más alejadas en Desamparados (en Alajuela), El Cacao y Fraijanes.
Otra estrategia para vender, la realizaba don Rubén, personalmente, todos los domingos, ubicado en un punto de las gradas del Mercado Central, con los tableros repletos, donde ofrecía las delicias de su empresa familiar.
Y no faltó la gente que vivió de la «reventa» para hacer llegar un poco más de dinero a sus economías familiares, tal el caso del popular «Chico Pan» conduciendo la carretilla con borrachos, cachos, arrollados, gatos, costilllas y más delicias, ganaba «comisión» de acuerdo con la venta de casa en casa, en los negocios, en barrios que recorría a diario.
Hoy, aún mencionamos la calidad y variedad de la Pastelería Güell en comparación a las industrias modernas cargadas con tecnología, recursos humanos, transporte y fina propaganda.
Güell, fue el gran personaje humilde del pasado, sin ningún estudio escolar, un verdadero trabajador que gustaba hacer fiestas familiares y rezos al Niño Dios, muy rumbosos con la participación masiva del vecindario; su presencia siempre en los festejos y turnos en honor a San Gerardo y al Santo Cristo de Esquipulas, en éstas los visitantes y locales disfrutamos cimarronas, mascaradas, juegos de pólvora, aparatos mecánicos, títeres de don Amado Arroyo, misas y cocina tradicional especializada en platillos variados, tamales, gallos, café y aguadulce. Junto a esto, no olvidamos los tosteles y dulces, la ruleta rusa y gran bingo que eran puestos fijos administrados por Güell, en la plazoleta del Santuario del Santo Cristo de «La Agonía».
Eran vecinos de esta empresa alajuelense, gentes muy honorables y distinguidas del barrio: el abogado y notario don Horacio Chávez, la enfermera Consuelo Vindas, el doctor Onofre Villalobos, la botica Salazar, Ismael Saborío, Aristídes Guerrero, conocido en Alajuela como «Los gallinas», Don Homero Guerrero, apodado «Gallo lata», don Popo García, don Paulino Soto y Bolivia Quesada especialistas en la elaboración del bizcocho, las hermanas costureras Lila y Teresa Lizano, el barbero don Luis Morera, el inconfundible Melico Valverde y su esposa doña Esperanza, propietarios de la Panadería «La Samaritana» y muchas gentes que embellecieron e hicieron grande a esta comunidad.
Cuentan algunos vecinos que Güell no sólo tenía «buena mano» para elaborar confitería y deliciosos panes; poseía un hermoso corazón entregado a la gente más pobre, empleando su industria y la fuerza de los trabajadores para vivir y nunca lucrar. Y prueba de ello es que falleció en la pobreza, lleno de ahijados por todos lados, aunque inmensamente millonario en caridad, amor al trabajo y a sus semejantes.
Agradecemos a su hija Marielos Güell y vecinos de la comunidad, quienes contaron esta dulce historia de un hombre ejemplar quien amó su trabajo, a Alajuela y su Patria.
Publicado en PERIÓDICO VECINOS de LA REPÚBLICA, 20 Noviembre 1999.
Publicado en La PRENSA LIBRE, Sección Comentarios, 03 enero 2008.
Estimado José: Realmente da gusto leer su crónica. A los que estamos en la denominada edad intermedia, se nos presenta esa dicotomía de la mitad del barco. Nuestra infancia ya no está a la vista (junto con las cosas que hemos perdido) y la Ciudad de Buenos Aires en la que nací ya no existe. Hoy vivo en las afueras, en un pueblo rural, aunque retorno todos los días a la gran urbe a trabajar. pero la verdad es que esas calles… ya no existen.
Leer crónicas como la suya es recuperar por lo menos en el corazón aquellos días. Saludos. Felicitaciones desde Argentina.
Me gusta su historia y me parece bien que
Alguien comente cosas asi.mi padre siempre
Ha tenido una pulperia y los tosteles siempre
A mano pero haora vivo en nueva jersey y aqui
Se estrana mucho cosas asi. exelente historia y
Pura vida y que vivan siempre el trabajo y la Paz .
Que tal… Estoy realizando un trabajo sobre la cocina de Costa Rica, y he buscado un poco sobre la historia de los borrachos y repostería y la verdad no he logrado conseguir mucho, de casualidad podrían ayudarme?
Don José me encanta leer todo lo que escribe, son hermosas remembranzas, aunque no soy de la provincia de Alajuela, mucho las disfruto. Me gustaría que escribiera sobre las Navidades y Año nuevo de nuestros Abuelos. Mil Felicidades.
MI NOMBRE ES JIMMY GÜELL DELGADO , SOY EL MENOR DE LOS NIETOS DE DON RUBEN GUELL. MI PADRE RICARDO «CHICHO» GUELL CONTINUO CON LA PASTELERIA Y GRACIAS A SUS QUEQUES, CACHOS Y OREJAS HOY SOMOS PERSONAS DE BIEN. MUY CONMOVEDOR EL ARTICULO.
Muchas gracias, Jimmy. Recuerdo muy poco de la pastelería Guell, cuando niño, mis abuelos, quienes eran grandes amigos de don Rubén, me mandaban a traer tosteles a la repostería, nuestra casa estaba 100 metros al sur. Lo que escribo o escribí, fueron conceptos emitidos por vecinos, especialmente por doña Marielos. He tratado por muchos medios localizar alguna foto, pero se he hizo imposible. Además, me gustaría retomar este tema con sus familiares y captar algo más de esta bonita historia de su abuelo. Conocí a don Rubén, lo vi en algún momento pero no recuerdo haberlo tratado, yo estaba muy joven. Mi familia fue muy amiga de su familia. Saludos, amigo, muchísimas gracias.
Hola. De casualidad tienes fotos de la pasteleria.
Me gustaría poder verla.
Saludos.
Nunca encontré una foto. No he logrado ilustrar el reportaje con una foto. Muchas gracias.
Jose Manuel Morera amigo yo no había visto este reportaje tan lindo de Guell mi primo trabajo muchos años con el fueron tiempos muy lindos pero no sabia que venia de Cartago conocia una historia diferente. pero me encanto y recordar tantos vecinos fue muy bello
Es una historia muy linda, estoy seguro me he quedado corto porque deben existir más elementos históricos que no he consultado. Lo que escribo, en forma no profesional porque no tengo preparación académica, es lo contado por la gente. Es el testimonio oral de las personas que vivieron en carne propia estas historias. Por ellas escribo. Una hija de Guell, Marielos, era vecina mía. Un día, empezamos a hablar de la pastelería y de ahí nació la idea de escribir. Le dije: «Marielos, Usted me puede ayudar y me cuenta la historia de su papá». Días después, muy amable, escribió unos datos en una hoja de cuaderno escolar y así empezamos. Luego, fui a buscar a otras personas que trabajaron en la pastelería…y así., pero sé que muchos datos no están escritos. Me gustaría recoger más anécdotas, historias, fotografías de don Guell….