¡Pagador, pagador, viene el pagador!   Leave a comment


Anécdota, a mis compañeros de trabajo,
en el Tribunal Supremo de Elecciones y
Registro Civil de Costa Rica. Centroamérica. 

Cada quincena, un personaje muy conocido en nuestra Institución, visitó nuestro centro de trabajo, con la fácil misión de localizar a cada funcionario. Recorrió los principales puntos del edificio, sus oficinas y pasillos, lo conocía como sus propias manos o su casa. Bienvenido por todos, recibió sonrisas, saludos, deseos de buena suerte y apretones de manos. Nadie le hizo «malas caras». Todos nos comportamos a las «mil maravillas» con el Pagador.

Para entregar el pago, iba de oficina en oficina. En algunos casos, los funcionarios más «vivillos» se adelantaban a hacer la fila en las primeras oficinas visitadas por el Pagador, pero siempre topaban con la presencia del jefe de oficina que no era el suyo, prácticamente «echándolo» del lugar. «Vaya a su oficina, el pagador estará allí», decía.

La mayoría del personal, no conocíamos su nombre y apellidos, no era un requisito; el requisito fundamental era conocerlo físicamente, inconfundible de las demás gentes. Nos alegramos cuando descendía del automóvil, siempre necesitamos su presencia y servicios.

Caso contrario, él sí debía conocer nuestra identidad, el nombre, apellidos y número de cédula.

Siempre venía acompañado. Traía bien agarrada entre sus manos, una hermosa compañera, millonaria, vestida de cajita, con olor a madera.

Para nuestro interés, lo conocimos con el sobrenombre de «El pagador». Éste, conoció los datos personales incluidos en nuestro principal documento la Cédula de Identidad, nos comparó con la fotografía, hasta podía observar o conocer el salario devengado, correspondiente a cada trabajador, ocupara el puesto de oficinista, archivista, conserje, conductor de vehículo, guarda de seguridad, electricista, director o magistrado.

Nuestro pancito de cada día, el salario por nuestro trabajo, lo traía en perfecto orden  metido en el seno de la fiel compañera. ¡Nada de computadoras, claves de acceso o barras electrónicas!. Traía millones de colones archivados alfabéticamente.

Cada día de pago, quincenal, su ingreso al edificio se anunciaba con alegría, hasta en el portón principal del edificio lo esperábamos, como aquellos niños que iban a tomar a su maestra de escuela para ayudarla en traer sus pertenencias.

¡Pagador, pagador, viene el pagador!. El grito de alegría de todos los funcionarios.

Y al instante paralizábamos nuestras funciones, eso sí, sin descuidar un minuto al usuario, quien ha recibido el mejor trato y capacidad de sus funcionarios.

Con la identificación en mano, recibimos el ansioso cartoncito de papel llamado «Giro». Nunca le hicimos huelgas o manifestaciones en las calles porque siempre recibimos el salario el día indicado. A nadie defraudó ni evadió.

Ese memorable día, siempre en la mañana, rendía menos la producción del trabajo porque por fuerza mayor había que «escaparse» – con el consentimiento de la jefatura – para convertir el papel en otros más vistosos llamados billetes y monedas.

Algunos, en forma individual, hacían el canje en la Pagaduría Nacional o en las ventanillas de los Bancos; otros, formaban grupos pequeños, de dos o tres personas, por turnos, para no dejar desiertas las oficinas.

Ya por tener a «don» dinero en las manos, de regreso a los puestos de trabajo; nunca faltó el refresco, helados, empanadas con cafecito en algunas de las soditas vecinas o en el Mercado Central, cumplir con un encargo, pagos de la luz, teléfono u otros servicios; también los numeritos de siempre: abonos a las deudas con el «polaco» o la prestamista de dinero, rifas, cooperativas, compra de lotería, «tiempos» y otras diligencias no menos importantes.

Si por algún atraso propio, se nos ausentaba el Pagador con el giro, la alternativa era recorrer la «ruta de pago» en otras instituciones hasta darle «caza» – Estadísticas y Censos, la más cercana – o esperar tres días hábiles para retirarlo en la Pagaduría Nacional. ¡Sí, tres días después!. Bueno, así nos rendía más el dinero.

La otra gran opción para cambiar el giro, consistía en utilizar el servicio que nos brindaba un compañero de la oficina. Siempre protegido por dos «guarda espaldas» (desde luego, compañeros), se echaban encima la inmensa responsabilidad de ir al Banco, hacer la enorme fila y traer el dinero de cada funcionario. En un bolso negro, puro vinil, casi blindado, escondían el sustento de nuestras familias, burlando siempre a timadores y ladroncillos de la calle.

Aquellos valientes, traían el salario de cada uno tal como lo solicitamos, previo a un listado donde se indicaba tantos billetes de mil (no habían inventado los tucanes, o sea,  de cinco mil colones), una cantidad de cien, quinientos, cincuenta y otros, junto a las necesarias moneditas para uso telefónico y pasajes de los buses. Hoy, nadie se atrevería a manejar el dinero ajeno, por aquello, principalmente, de la inseguridad ciudadana en las calles.

Un día, al Pagador lo desaparecieron, junto con su fiel compañía. Jamás volvieron a nuestras oficinas, pasillos y archivos.

La tecnología hizo de las suyas. Pagador y cajita de madera, los mandaron al olvido, ya estaban viejos y obsoletos. A cambio, nos trajeron una máquina con teclas, pantallas y papel, sin brazos y manos para estrechar nuestra amistad y cariño. Cuando nos falla y nos niega la plata, tan solo porque se le «cayó el sistema», nos hace recordar al personaje de la cajita mágica quien nunca nos dijo estar «temporalmente fuera de servicio», más bien , nos prometía volver la siguiente quincena, si Dios lo tenía con vida.

Posiblemente, al aparato en mención, como le sucedió al pagador y la cajita, será reemplazado porque así avanzamos de la mano con la cambiante tecnología que todo lo convierte en obsoleto. Quién va a saber si nos inventan una máquina que nos pueda acompañar a una escapadita y al café en algún lugar de la ajetreada y peligrosa Capital, mientras subimos la cuesta que nos falta hasta llegar a obtener la justa pensión…

Un eterno agradecimiento a todos los funcionarios de la Pagaduría Nacional de Costa Rica, muy en especial a los que desempeñaron la labor de «Pagadores ambulantes» y felicitaciones al personal del Tribunal Supremo de Elecciones y del Registro Civil de Costa Rica, quienes día a día, fortalecen los pilares de nuestra democracia.

Importante: esta es una explicación de la Pagaduría Nacional sobre el proceso del Giro o método de pago a los funcionarios públicos. El giro en tarjeta perforada era el método utilizado hasta mediados del 1988, el cual fue sustituido por el giro en diseño de formulario continuo. Más adelante, en 1989, se establece un plan piloto de pago que consistía en la emisión del giro en formulario continuo, pero el mismo era acreditado en las cuentas corrientes de los beneficiarios; este sistema fue utilizado únicamente por aquellos funcionarios que así lo solicitaban.  A partir de 1966, desaparece el «giro físico» para dar lugar a un sistema similar al actualmente utilizado.   

 

Publicado junio 4, 2008 por José Manuel Morera Cabezas en Historias

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