Pedro Millón, el afilador   Leave a comment


«¡Afilo cuchillos, machetes, afilo de todo»! Con voz suave, sin interrumpir a nadie, quien anuncia y ofrece sus servicios, camina pausadamente por las aceras de la comunidad, cargando en sus hombros un original banco de madera, similar a un caballito de juguete. El señor afilador

Cinco herramientas utiliza en su oficio. En el original banquito, tiene muy bien atornillado el «esmeril manual»; al lado derecho ubica el «asentador» que es una piedra especial para emparejar el filo; en su cuerpo, porta la lima y la cuchilla, ambas ajustadas a la faja del pantalón, don Pedro Millón Castillo, hondureño,(«Catracho de corazón», como se autodenomina) busca las herramientas que mantenemos en nuestros hogares, muchas veces abandonadas por falta de filo.

La misión de don Pedro es una: «echarle o hacer el filo» a las herramientas a un costo económico accesible a todos los bolsillos.

«Tengo una pala y un palín», le dice un vecino.

«Tráigalas y se las dejo al punto, como navajas».

Afirma con seguridad y orgullo «tener mucho rato en esto, son más de veinticinco años».

Inicialmente, este oficio lo practicaba en Nicaragua. Años después, cambió de trabajo. En Honduras dedicó sus conocimientos a labores de cocina, en un restaurante. Así la fue pasando, ganándose la vida con mucho sacrificio y honradez.

Decidió organizar maletas y llega a nuestra tierra, Costa Rica, con el objetivo de seguir como «afilador». Aquí ya tiene once años en este no muy imitado trabajo, con poca competencia ambulante, sólo a don Pedro Millón observamos y escuchamos en nuestros barrios. También, no es ajeno el ruido característico del esmeril al sacar chispa y brillante filo en las herramientas.

«Gracias a Dios, tengo buena clientela en casas de habitación, cantinas, sastrerías, carnicerías, escuelas; este trabajo lo hago por mi cuenta, es un trabajo propio, soy empleado y jefe».

¡Qué no afila don Millón! Bueno, posiblemente no se compromete en afilar las hojas de afeitar, pero a todas las herramientas cortantes les hace frente. Sus mejores amigas y amigos son las palas, cinceles, palines, serruchos, picos, machetes, tijeras, cuchillos de cocina y otras.

Esta labor diaria, dice, le permite salir avante con la familia, conformada por la compañera y tres hijas. Afirma que la vida está durísima, pero su trabajo lo defiende hasta el final, porque de todas maneras «nadie me va a dar trabajo en una empresa, especialmente por mis casi sesenta años»; así que estas humildes herramientas son su apoyo y su trabajo.

Mientras le saca «filo» a un cuchillo grande, utilizado en labores agrícolas, cuenta que el invierno es desfavorable porque la gente no sale de sus casas. Además, se lamenta por la pérdida de su casa, producto del fuego devastador.

Don Pedro Millón Castillo, es un ejemplo de trabajo y honradez. Así se le enfrenta a la vida. Es un extranjero valioso que pisa nuestro suelo con la intención de sobrevivir, no representa una carga para el Estado, menos en violentar la hospitalidad del costarricense, como lo hacen muchos irresponsables que llegan con la mente y manos repletas de oscuros propósitos.

Cada ciudadano honesto, nacional o extranjero, debemos solidarizarnos con trabajadores de esta calidad. Todos podemos darle trabajo, porque todos tenemos herramientas urgentes de un «buen filo» y para esa función nadie mejor que el «catracho», ya muy popular en nuestros vecindarios.

(Publicado en La Prensa Libre, Costa Rica,  Sección Comentarios, 18 octubre 2008).

(Publicado en EL VIGILANTE, periódico regional de Alajuela, Sección Huellas. Febrero 2009).

Publicado agosto 18, 2008 por José Manuel Morera Cabezas en Historias

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