Archivo para marzo 2010

Prentin, fe y deporte   Leave a comment

«Deseo expresar el gozo que para cada uno de nosotros constituyen los niños, primavera de la vida, anticipo de la historia futura de cada una de las  patrias terrestres actuales. Ningún país del mundo, ningún sistema político puede pensar en el propio futuro, si no es a través de la imagen de estas nuevas generaciones que tomarán de sus padres el múltiple patrimonio de los valores, de los deberes y de las aspiraciones de la nación a la que  pertenecen, junto con el de toda la familia humana…»
 
(En la Asamblea General de las Naciones Unidas (O.N.U), 2 octubre 1979).
 
Juan Pablo II   
 

Si nos trasladamos al ayer de nuestra comunidad, recordamos a muchos personajes que entregaron sacrificio y trabajo por el bienestar de la gente.

Esta historia inicia con don Alfredo Sibaja Castro, “don Lito”. Desempeñó el puesto de Sacristán en la Ermita de La Concepción o El Llano, en Alajuela. Habitaba, mejor dicho, en el hermoso lugar sagrado, construido con tejas y barro.

Conocía la ermita como sus propias manos. Organizaba las famosas mascaradas, los juegos de pólvora, los jardines, bingos, rifas, decoración de la ermita, cantar los rosarios, encalar las paredes del templo, rezos al Niño,  misas,  catecismos, primeras comuniones, las procesiones de Semana Santa, funerales, matrimonios, el buen funcionamiento de las alcancías y las matracas, que no faltara el agua bendita, velitas y otras actividades.

Parte de esta herencia fue transmitida a su sobrino Luis Alberto Fernández Sibaja, “Prentin” ó «Prenti» – según sus familiares, la abueliPrentinta lo enviaba a vender «prestiños» al vecindario, pronunciando incorrectamente el vocablo por «prentiños». Una pordiosera de la época, a quien el pueblo conocía como «Moncha Cuita» al escucharlo con mucha gracia y atención, le encaramó el apodo que llevó en toda su vida, conocido así por siempre ante la comunidad y la familia- gran colaborador de don Lito, especialmente en el rezo de los rosarios, misas y las procesiones, hábito en la mayoría de los hogares costarricenses.

En la década de los cincuentas, la visita a la casa de barro y tejas fue masiva, muy concurrida por la niñez, abundante por todos los rincones del humilde barrio y otros barrios cercanos, dado que las familias la conformaban muchos miembros, algunas con cinco, siete, diez y por docenas.

Don Luis, al observar tanta “madera nueva y fina”, dio camino a la organización deportiva de esta sana niñez, con edades de doce, trece y catorce años de edad; excluyendo a los de quince años, por ser ya «mayorcitos». Siguiendo los pasos ejemplares de don Lito, organizó a los “güilas” llaneros y de otros pueblitos vecinos. Llegaron de El Brasil, Carrizal, Los Higuerones, La Agonía, Desamparados y otros.

El Llano se convirtió en el centro futbolero y don Luis, el pionero en este campo; sin ser profesional en la materia, su misión fue hacer deporte aprovechando la energía de los futuros ciudadanos, en una época sin drogas, sin tanta violencia, sin expresiones y situaciones tan duras como invaden a la niñez de hoy; ayer con mucho  más respeto ante las autoridades religiosas, maestros, policía y sus propios padres. Ayer, niños más unidos sin importar sus limitaciones económicas, más solidarios y más comprometidos con la Fe.

Prentin, ante los niños más  inquietos, ya estuvieran  en el Templo o en el terreno de juego, imponía respeto y buenos modales. Y se sentía su autoridad.

Formó por lo menos diez equipos o grupos. Hasta nombre dio a cada grupo. Tomó las identificaciones de los equipos de la Primera División de antaño, unos niños defendían a La Gimnástica Española, Uruguay de Coronado, Orión F.C, Universidad, Liga Deportiva Alajuelense, Club Sport Herediano, Deportivo Saprissa, Club Sport Cartaginés y La Libertad.

Se las ingeniaba para conseguir el uniforme respectivo:  con las mantas de los sacos de harina, la costurera o el sastre del lugar, tenía la misión de confeccionar las camisetas, a éstas, se le aplicaba un tinte especial con el color deportivo similar a los tomados de los conjuntos mayores. Algunos jugaban con algún tipo de calzado, otros descalzos, un lujo si alguien tenía calzado deportivo; muchos salían con los dedos hinchados de pegarlos en los «matones» y en la misma tierra, pero todos tenían derecho a participar y mezclar el sudor y sacrificio de cada uno con el tinte químico que se desprendía de la manta, hasta lograr  su misión con amor en defensa  de sus intereses deportivos y espirituales.

La madre de un conocido señor en Alajuela, a quién bautizaron «Bacalao», era la costurera del equipo. Diseñó algunas camisas con botones y de tela no muy fina, ajustándose a las limitaciones económicas de la época, «porque fuimos muy pobres», comentaba un vecino, ayer un niño futbolista llanero.

Aún así, se jugaba con el corazón en la mano, con todo entusiasmo, tanto así que nadie se marchaba a la casa así porque así, esperando la aparición de la Luna, enviando iluminación al campo deportivo para que los niños continuaran su sana diversión, en este caso, en la Plaza de El Llano, Alajuela.

Debido a su formación espiritual adquirida en su familia y la Iglesia, inculcó mucha fe en sus pupilos. Requisito para ser miembro de un equipo de fútbol, debían rezar el Santo Rosario y  asistir los domingos a la Santa Misa, participar en las procesiones y otras actividades propias del católico. Por la relación con tantos niños y durante tanto tiempo, ya sabía quienes, uno o dos por ahí, se camuflaban para no cumplir con el acto sagrado y de inmediato llamaba la atención para cumplir  primero con Dios.

Prentin, nunca fue entrenador de futbolistas ni tenía una escuela especializada. Fue un excelente motivador natural, interesado en el bienestar de los niños, buscando siempre la diversión, el sano entretenimiento, las buenas costumbres en todo momento, la práctica del deporte y la presencia del Creador en sus vidas. Y todos los niños tenían derecho a jugar y para eso programaba «torneos relámpagos» y otras actividades para las fiestas patrias del Quince de Setiembre donando a sus niños lindos faroles para los desfiles; mientras don Lito y el conocido «Cigüeña», encargados de hacer bulla con las «bombetas de turno», cada ocho de diciembre, día festivo en la Comunidad Concepción El Llano, Alajuela, en Honor a la Virgen de la Concepción.

La materia prima estaba en cada niño. Uno de los pasatiempos fue incluirlos en las famosas mascaradas de Concepción El Llano. Seleccionaba a los más habilidosos en bailar o moverse y de esa observación, formaba un grupo de «bailarines» para actuar en los tradicionales turnos. Frente a ellos, indicaba cuál o cuáles movimientos correspondían a cada imagen enmascarada: «Así baila la Giganta con el Gigante, así corre el Diablo, la Diabla y el Toro, así se mueve la Calavera y la Copetona…». Imaginamos a don Luis en cada movimiento.

Si los uniformes deportivos eran sencillos, ¿Cómo los “balones de coyunda”?. Confeccionados en puro cuero, en su interior un neumático y adherido a éste, una válvula o tetilla de hule por donde penetraba el aire para darle consistencia y forma al balón. Esta función no era fácil de realizar, los especialistas en inflar estas bolas, estaban en una venta de materiales de cuero  en el Mercado Central de Alajuela, quienes tenían los infladores manuales y demás implementos para darle el ajuste necesario y así disimular la válvula tapada con una lengüeta de cuero, hasta el amarre con las tiras de coyunda, sujetadas a unos huecos, similar al amarre del cordón del zapato. ¡Quienes metimos pata y cabeza a una bola de coyunda, sabemos lo que fue una bola de coyunda!

Recuerda don Juan María Sibaja Díaz, hoy con setenta y tres años, uno de los niños futbolistas de El Llano de Alajuela,  que meterle la cabeza a una bola era cosa seria. «Yo utilizaba un pañuelo en la cabeza para mitigar el dolor, debido a la dureza del material utilizado en la confección de esas bolas tan pesadas y duras».

A la bola seca, se le untaba buen betún negro y a “puro cepillo” de los utilizados para lustrar el calzado, se le sacaba buen brillo para su conservación y mejor presentación. Cuando el balón estaba bajo la lluvia, adquirían más peso y resbaladizas por efecto de una “lechilla” despedida por el cuero, situación que hacía más difícil el manejo en los campos.

Fuera como fuera,  rodaban en una cancha dura, donde había que “volar cuchillo” para desaparecer un montón de “peñones” y más obstáculos, pero fue nuestra querida plaza, siempre libre, sin limitaciones para estar en ellas; en esos tiempos de peñones no existían los rótulos con horarios rígidos ni rótulos con indicaciones de “no consuma drogas o licor en este templo deportivo”. Eran otros tiempos.

Todo el sacrificio y humildad en los niños, se premiaban con trofeos, medallas, aplausos, con reconocimientos verbales, con balones.

La plaza, los domingos, especialmente a la salida de Misa, sus alrededores colmados por muchos adultos quienes con todo orgullo valoraban el esfuerzo de sus hijos y organizadores. Encuentros de 15-30 minutos cada tiempo, los equipos lucían a sus “madrinas” y  se invitaba a algún “dedicado”.

Recordamos entre los “dedicados del partido”, a un señor llegado de Estados Unidos, afincado en Desamparados de Alajuela. Mr. Jacks, fue un estadounidense muy compenetrado del fervor deportivo y religioso del pueblo y la niñez.

Dio al ganador de un campeonato, una bola nueva, mucho más moderna que las de coyunda, adquirida en el Almacén Lizano, uno de los comercios más conocidos en Alajuela. Los niños, al ver y tocar semejante joya, más redonda y liviana, brincaban de alegría y emoción.

La madrina de un equipo de fútbol, era la dama del pueblo, la que asistía a apoyar a los niños y sus padres en los encuentros entre ellos. Si había un fotógrafo, ella, muy elegante, posaba para la foto y recuerdo.

Don Horacio Cháves, destacado abogado alajuelense y Presidente de la Liga Deportiva Alajuelense, funcionó en varias oportunidades como dedicado del partido, sin faltar el lindo trofeo o el balón al triunfador. Lo mismo la visita que realizaba don Ricardo Saprissa Aymá y los directivos del Carmen F.C a nuestra comunidad, en busca de jóvenes futbolistas para su formación, todo este ambiente causaba euforia en nuestro barrio El Llano.

Los lujosos premios tenían una vitrina y casa única: La Iglesia de El Llano. Fue el lugar ideal para depositar lo obtenido con sudor y fe. Y no únicamente fútbol; en una sección de la Iglesita, proyectaba a sus pupilos películas de cine y títeres con excelentes mensajes de contenido moral, de Fe, respeto, trabajo, oración, en fin, sanas diversiones.

Recuerda don Rafael Vásquez, ayer uno de estos niños guiados por Prentin,  que le correspondió como arquero en el Orión F.C, detener un lance desde el punto de penal a Chalazo Vega,  jugador del grupo Cartago. Lo extraordinario de esta situación fue la fama del delantero por ser un jugador estrella entre todos los niños, una estrella que llegó a iluminar al fútbol nacional.

Otros jugadores infantiles sobresalientes en la Primera División: Víctor Gerardo «Palomino» Calvo, Marcelino Delgado y German «Bomba» Cháves, en Liga Deportiva Alajuelense; Miguelín Díaz en el Uruguay de Coronado; William Quirós y Marco Tulio Fonseca, en el Deportivo Saprissa; Mario Esquivel en Cartago.

El estandarte futbolero por más de 14 años dejado por Fernández, lo tomó don Álvaro Jinesta (Palillo) y Toño González, ya con elementos de más edad o de otras categorías superiores; le siguieron Marco Tulio Durán, Chino Solórzano, Negro Zúñiga y Memo el sastre, quienes dejaron grandes enseñanzas a la juventud por su capacidad y dedicación al deporte.

Gracias al trabajo puro corazón de Prentin y quienes tomaron las riendas de este deporte, hoy El Llano sigue en pie, con su ermita centenaria, fiel testigo de una época llena de fe, y deseos de hacer las cosas sin intereses personales, sólo buscando el bien para una comunidad.

Prentin falleció hace once años. Desempeñó dos oficios en la Ciudad de Alajuela: vendedor ambulante de «Copero» o «Copos de hielo», un humilde trabajo que le permitió ganar parte del sustento diario para su familia y un distinguido funcionario público, propiamente en las oficinas de Correos y Telégrafos, como repartidor de cartas y otros documentos.  Solicitado por la niñez y adultos, tras los deliciosos copos de tres colores a «peseta» o veinticinco céntimos, también los de cuarenta céntimos con leche condensada y a cincuenta céntimos con «leche pinito en polvo» y otros deliciosos ingredientes.

Los alajuelenses agradecemos a esta gran persona, su aporte al desarrollo del fútbol en nuestra comunidad, su respeto a la niñez e interés de dar a los chiquillos buenas costumbres y, sobre todo, el acercamiento y la permanencia de Dios en los corazones infantiles y sus familias.

Dios lo bendiga, don Luis Alberto. La Patria y nuestra Comunidad les agradecemos tanta bondad y humildad…  

  Prentin

 

 

 

 

 

 

                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                           Joaquín Cerdas, Tati Rojas, Álvaro Castro (Torcuato), Pancho Villalobos, Memo Artavia, Carlos Peñaranda, Joaquín Loría, Jafet Madrigal, los hermanos Ramón y Gerardo Barrantes, González, Coca Vargas, Carlos Alberto Vargas (Cabeto), Fernando Loría, Gerardo Murillo, Vinicio Alfaro, Pepa García, Pichón Rojas, Chino Reyes, Juan Monstruo, Ramón Carballo, Cara de luna (localizar nombre) y otros.

Recordamos también a: Curlin, Beto Vargas, Los Pomes,  German «Bomba» Cháves, Los Mallías, Chancha Jiménez, Chanchita Rojas, Guaco, Fernando y Raúl Corella, Toño Madrigal, Gemelos Mora, Chicho Castro, Toño Cajetas, Los Pérez, Los Pequis, Raúl Arce,  Tomás Quirós, Bernardo R.G, Didier Bustamante, Anderson Web, William Carvajal, Mecho o Mencho Rodríguez y Gonzalo Fajardo…

Prentin

 

 

 

 

Jugadores infantiles

 

 

Jugadores infantiles

 

Niños futbolistas

 

Nazareno

 

 

Niños en las Procesiones de Semana Santa, en El Llano, Alajuela C.R.

Foto Mario Quesada. 1963

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 Alfredo Sibaja Castro, «Don Lito».

Colaboraron para esta nota, vecinos de El Llano:

Fernando Oviedo

Rafael Ángel Vásquez

Rodrigo Fernández

Nelly Jinesta (esposa de Prentin)

Álvaro Jinesta (Palillo)

Chino y Memo Arroyo

Rímola Soto

Coca Vargas

German Cháves (Bomba Cháves)

 

Ermita El Llano

 

 

 

 

Ermita de la Concepción o El Llano, testigo de esa época. Foto propia.

-(Historia publicada, resumida,  en La Prensa Libre, Sección Comentarios, 20 marzo 2010)-

-(Historia publicada, resumida, en EL ERIZO, el periódico de los Alajuelenses, sección anécdotas, página 8, Año 1, Número 4, Abril 2010)-

-(Historia publicada, resumida, en EL VIGILANTE, mayo 2010)-

-(Historia publicada, resumida, en ECO CATÓLICO,  Sección Opinión 8-8-2010)-

Nota: lo escrito en esta página digital, es el «testimonio oral» de vecinos de la comunidad Concepción o El Llano, Alajuela. Si Usted, amigo lector, logró disfrutar de esta etapa en su niñez y puede aportar más datos a esta historia tan hermosa, o corregir lo que considere está erróneo,  mucho agradeceré hacerlos llegar al autor de esta nota, así:

 

adobe49.wordpress.com 

jmorera50@hotmail.com 

Comentario de Guillermo Barrantes Vega, de Villa Hermosa de Alajuela.

«Lo conocí como PLENTI. Un apodo raro para la época. El Llano le debe muchísimo porque con el mínimo de recursos, dada la pobreza material que vivíamos Todos  en los años 50 -60.

Plenti, como Toño Platanito en Villa Hermosa, vieron nacer a jugadores excepcionales de canchas abierta: Carlitos Peñaranda en El Llano, Veca o Beca Jiménez en Villa Hermosa. En El Carmen, Plaza Iglesias y Acosta, lo que vieron la luz en esos lugares, sólo puedo decir que éramos felices en medio de aquella pobreza…»

 

 

 

 

Publicado marzo 1, 2010 por José Manuel Morera Cabezas en Historias