Archivo para mayo 2010

Los policías y superiores de hace medio siglo   1 comment

 

Anécdota alajuelense…

Que al nuevo Ministro de Seguridad Pública, sus subalternos lo dejaran “plantado”, sin atender la vigilancia a la población, nos hace recordar una bella vivencia alajuelense, con la participación del policía en nuestras comunidades, hace más de medio siglo.

Hace cincuenta años, la policía “incumplía” a sus Superiores, aunque fuera por un “ratito o cafecito», según la anécdota; no por un “ratote o ausencia”, como lo reconoce muy enojado el señor José María Tijerino, en sus primeras órdenes.

Recordemos la vivencia alajuelense, en mi familia y comunidad.

Dos hermosas tradiciones distinguieron al Barrio La Agonía, en Alajuela: la existencia y presencia diaria del Guardia Civil en nuestras calles y las moliendas de maíz. El popular personaje uniformado, humilde, hombre del puro pueblo, recorría calles y avenidas. Lo miramos de pie en una esquina, luego caminaba lentamente al frente de nuestras viviendas, se establecía unos minutos en la esquina de la pulpería-cantina de Nayo Bravo, luego “cien pasos” más hacia el Este donde estaba “La Terronera”, que era una cantina metida en una casona de barro o bahareques, pasaba frente a la casa-biblioteca de Calufa Fallas, daba la vuelta a la manzana o cuadra. Era la sombra de cada habitante. Así recorría nuestro barrio, sin faltar el saludo a niños y adultos. Un miembro más en la familia. El respeto y cariño mutuo fue admirable.

Constante, desde las primeras horas de las madrugadas, lo vimos vigilando nuestras pertenencias, personas y hasta animales domésticos.

Mis padres, Adilia y Cayetano, habían instalado en esa época, el molino para moler maíz. Los vecinos traían el grano a  “quebrar” o moler y ya con la masa bien fresquita, lista para fabricar los tamales, tortillas, tamal asado, bizcocho y otras delicias.

En las frías madrugadas, una costumbre era la invitación que hacían mis padres al Guardia Civil para ingresar a nuestra casa y compartir con todos un café bien calientito con aquellos panes, sin faltar las chorreadas, arepas o el famoso pan de la Panadería Leandro, bien untado de mantequilla con miel de abejas o “miel de palo”, como decíamos antes.

“Está en su casa, tranquilo, nadie denunciará a sus superiores”, le decía Cayetano Morera, mientras la protección y vigilancia de la barriada se interrumpía por varios minutos, todas las madrugadas del año. Claro, a escondidas de los Altos Mandos y a la vista del vecindario, quienes veían con «muy buenos ojos» esta hospitalidad y apoyo al Vigilante de nuestras comunidades.

Actualmente, la empresita casera, manejada por las nuevas generaciones,  le hace “competencia” a las grandes industrias extranjeras fabricantes de masa y tortillas empacadas; las tortillas dejaron de ser “palmeadas” y puestas en el comal; nuestra casa, ayer de gruesas paredes de adobes y techo entejado, no tiene la visita del policía porque no hay “guardas” en nuestras comunidades; hoy, han marchado la seguridad, tranquilidad y paz de muchas poblaciones.

Al transportarnos al ayer de nuestras comunidades, sentimos la ausencia del cafecito bien chorreado en bolsitas de manta, el jarro repleto de humeante aroma, acompañado del buen pan casero  de nuestros padres y abuelos…

Tomen los miembros de nuestra policía y superiores, este escrito como una anécdota, no es con el fin de mortificar a nadie.

¡Qué tiempos los de antes!

Publicado mayo 16, 2010 por José Manuel Morera Cabezas en Historias