Por su nombre y apellidos, casi nadie lo identifica, basta decir «Quincho Cajetas» y todos coincidimos en manifestar que se trata del señor fabricante de deliciosas cajetas de coco, negocito ubicado al suroeste de los Tribunales de Justicia, en la Capital, San José. Allí, don Joaquín Jiménez Villegas, administra una venta de comidas, refrescos, café y un postre exquisito llamado «cajetas de coco».
Quemador
Hace unas tres décadas, inició este trabajo. Anteriormente, recorría calles y barrios vendiendo mangos y otras frutas, en forma ambulante, acompañado de una carreta o carretillo. Un día, decidió cambiar de línea y estudió la forma de fabricar otro producto, más rentable. «Sí, decidí tomar una tradición costarricense», aceptando el consejo de un amigo.
Recolectó información. El tipo de coco para sacar el mejor producto para el paladar de la gente. Tres tipos de coco para elaborar cajetas; primero, el coco sacado de la «pipa», ofrece un coco «criollo», su pulpa es buena, más duradera, con sabor diferente a otros tipos conocidos. El coco «híbrido» de pulpa gruesa, nada recomendable y el coco «negro» con pulpa delgada, sabor arenoso, sin calidad. De los tres, el criollo ganó en calidad y rendimiento.
Puesto ambulante (Foto archivo)
Quincho Cajetas, empezó a darle forma a su trabajo, preparó sus conocimientos en la calidad de los cocos y, de inmediato, el tipo de dulce de caña (en tapa). En este campo se enfrentó a tres alternativas. ¿Cómo utilizar el mejor dulce si conoce tres fórmulas, producto de la investigación?
En su trabajo
El dulce «hormigón» es desintegrado rápidamente por el agua, no sirve. El dulce «comercial», de venta en super mercados, es un dulce natural, contiene demasiada azúcar, es duro como las piedras y hay que hacer un esfuerzo para hacerlo en pedazos. Con este dulce sacaría cajetas en forma de piedras. Alguien le habló de don Elías, un trabajador de Puriscal (Cantón, San José, Costa Rica. C.A) dedicado a la fabricación de dulce y especialista en elegir la mejor caña de azúcar de tierras puriscaleñas. Don Elías fue la clave.
Ya con la materia prima en su poder…la profesión de cajetero de coco no se hizo esperar. Adquirió los instrumentos o máquinas; una, el quemador u olla grande, el rallador manual de uso doméstico y después el industrial. Agua, coco, dulce, trabajo…¡A trabajar! Siempre emprendedor, anunció en las calles sus deliciosas cajetas de coco.
En mil novecientos ochenta y cuatro, frente al Teatro Nacional y Banco Anglo Costarricense, encontramos un puesto fijo de cajetas, durante más de cinco años. En las cercanías del Tribunal Supremo de Elecciones-Registro Civil, allí por más de dos años y catorce frente al Registro de las Propiedades, en Zapote. También en la sede original. Aquí, vende unas cincuenta cajetas por día y más de ciento cincuenta en los otros puestos. La fama de Quincho Cajetas, el olor a dulce de caña y coco, brincaron el territorio capitalino, hasta llegar a Puntarenas, Limón, Guanacaste y otros sectores del país.
Sus clientes son taxistas, amas de casa, estudiantes, escuelas, conductores de buses, funcionarios de la Corte, el que pase por su negocio puede quedar tentado a comprar este maravilloso producto nacional, elaborado en Costa Rica por manos trabajadoras costarricenses.
Las cajetas de Quincho tienen una característica o señal. Al rayar el coco, los últimos pedacitos o troncos de la fruta, forman parte de la cajeta, son como un adorno que sobresalen en ellas, esto sirve como «trampa o enganche» para seguir disfrutando no únicamente de una, de dos o más.
El rótulo que identifica su local de comidas y cajetas, es tan original como sus cajetas…»No haga loco, venga donde Quincho y cómase una cajeta de coco», así lo escribió y con su trabajo y humildad, escribió parte de su historia laboral.
Rayador industrial. Original publicidad.