Los que saben, afirman que el Huerto de Jesús, en El Llano de Alajuela, es una tradición de más de un siglo. Varias generaciones podemos constatar esta tradición bíblica, donde es conocida la imagen de Jesús en El Huerto, en plena paz, orando, rodeado de plantas y árboles.
Doña María Josefa Sibaja Villalobos, “doña Susa”, como es conocida en esta comunidad llanera, a esta fecha con noventa y cinco años de edad, recuerda haber visitado el Huerto de El Llano, a la edad de unos diez añitos, en compañía de algún familiar y hasta solita, según comentó.
“Mi padre, nos cuenta, funcionaba como cuidador de la Finca de don Luis, ubicada en Alajuela, donde está hoy la Urbanización Montenegro; ésta, una extensión enorme de terreno con lindos potreros, ríos, trapiche, un lugar riquísimo en frutas, verduras, plantas medicinales tradicionales llamadas llantén, yerbabuena, menta, manzanilla y un montón más. Allí estaba nuestra casita, sin luz eléctrica, con un río donde tomamos el agua cristalina y sin contaminantes, rodeada de pozas, plantaciones de café, guanábanas, zapotillos, matasanos, manzanas de agua, cerezas, pejibayes, guayabas, nísperos, guabas, y cuanta fruta Dios nos puso en la Tierra para nuestra alimentación y conservación”.
A esa edad, sabía el significado del Huerto de Jesús. Era una devoción asistir a estas actividades, ante la presencia de Jesús arrodillado, mirando al Cielo, en posición de oración, rodeado de refrescante vegetación, frutas, verduras, hortalizas, plantas, donados por los fieles católicos, por las gentes pobres económicamente y por las gentes con más recursos en dinero; destacando al que menos tiene como la gente más devota, más desprendida y solidaria con el prójimo. Y la presencia de una alcancía, al lado de Jesús, para recoger algunos cinquitos.
Nos recuerda que la gente provenía de San Isidro, Carrizal, Desamparados, Río Segundo y otros pueblos alajuelenses, a caballo, en carreta, a pie, cargados con alimentos ofrecidos a la Iglesia para sus necesidades. Allí laboraba don “Pascualito”, no precisa su nombre y apellidos, pero sí lo describe como “el mayordomo de la Ermita, un señor bajito, redondito, con excelente cuchara para cocinar, rezar y encargado de las máscaras, muy entregado a la Ermita y su pueblo”.
Los rezos se extendían por todo el día: de seis de la mañana hasta que el sol se «apagara», rezos de “patada larga” y no como los actuales que “duran un ratillo y aún así la gente se queja”, afirma con una linda sonrisa. Eran extensos pero se reponían con rico café, aguadulce, comidas, panes caseros, tamales y otras delicias. Nadie podía protestar por cansancio o sueño porque había comida en abundancia, preparada por excelentes cocineras, don que Dios puso a su disposición.
Y doña María Josefa, ¡qué memoria se maneja!. Un escrito de la Ermita de El Llano, indica que entre sus mayordomos contó con la colaboración de Don Juan Pascual Solano, el famoso “Pascualito”, hace casi un siglo.
Hoy, posiblemente, el Jesús en El Huerto que doña Susa besó y tocó, es el mismo que otras generaciones, en el 2014, intentamos revivir, quitándole algunos pedazos de adobes, polilla, hongos y comején para su instalación en nuestra Ermita de El Llano y seguir con nuestras tradiciones, costumbres y Fe, al servicio de la comunidad…