Hoy, don Juan María Sibaja Díaz, tiene 73 años. Hace seis décadas, formó parte de la chiquillada en Concepción El Llano de Alajuela, con los equipos de niños futbolistas, orientados por don Luis Alberto Fernández Sibaja, más conocido como “Prenti o Prentin”. Uno de los hijos de don Juan, vio en nuestro álbum de fotografías, la de su padre, cuando era niño y futbolista. Don Juan me hizo la invitación para que lo visitara en su casa. Entre otras historias, se refirió a don Luis Alberto y su dedicación a la niñez en el campo deportivo y espiritual. Le formulé algunas preguntas y con mucha seguridad, recordó:
“En la plaza de El Llano, jugamos con bolas de coyunda. Yo utilizaba un pañuelo en la cabeza para mitigar el dolor, debido a la dureza del material con que estaban confeccionados los balones, en esos años… participamos niños de 12-13 y 14 años, edades permitidas porque ya con 15 eran más maduritos.
Los uniformes eran muy sencillos, confeccionados por la madre de “Bacalao” (fotógrafo alajuelense). De tela no de buena calidad, camisas con botones, es que fuimos muy pobres, no teníamos otras opciones…
“Yo utilicé unas tenis viejas, casi nadie utilizó zapatos de fútbol, también jugamos descalzos. Tenía los dedos hinchados de pegarlos en los matones de zacate. Mi madre me decía: “no vaya a jugar así, hasta que tenga los dedos deshinchados, obedecía a mi madre, pero siempre con la mente en las prácticas del fútbol con mis compañeros de barrios. Existía mucho entusiasmo o “fiebre”, por jugar en la Plaza de El Llano, nadie se iba para la casa hasta aparecer la luna que con su iluminación, continuamos jugando…»
“Don Luis Alberto Fernández nos ordenaba: Ir primero a la Misa en la Ermita de El Llano y luego ir a traer las cositas para jugar; era un señor muy estricto, no permitía bromas pesadas, malas palabras, buen comportamiento en todo lado…
“Juguemos a no perder, nos daba mucho ánimo, los de la banca no se molestaban porque todos tuvimos oportunidad de jugar, aunque fuera diez minutos…»
Le pregunté por don Lito Sibaja, quién administraba la Ermita de El Llano, Alajuela. Entre sus responsabilidades fueron: encalar las paredes de adobes, organizar los Rosarios a la Virgen, arreglar los jardines, limpieza, controlar las alcancías, las mascaradas y otras funciones. Don Juan, recuerda:
“Don Lito me dio la oportunidad de salir vestido de Giganta. Lo hice descalzo. Por accidente, alguien me empujó y caí con todo en un caño. La mascarada se quebró y don Lito se enojó, pero después me ofreció salir de “Diablo”, mascarada ídolo de la gente y tener su vestimenta pegada a nuestra piel, era un privilegio…aunque el calor en su interior, parecía el calor del infierno.
“Don Lito, fue enfático: A Usted lo nombro como «Diablo», pero debe ponerse zapatos, no debe salir descalzo. Un vecino me prestó un par de botas, pero con el correr y el calor, me molestaron demasiado, las dejé guardadas donde otro vecino y don Lito me vio con los dedos pelados. Otra vez sentí su molestia diciéndome que yo no sería más el diablo del barrio. Ya antes, me había encargado que visitara el «Rastro» (donde sacrificaban el ganado y otros animales) y pidiera una “vejiga de chancho”, porque es muy importante que el Diablo lleve este implemento para golpear a la gente, adultos y niños…
Recuerda muy bien cómo era su personaje: “Impresionante, todo el Mundo le tenía miedo, peluca amarillenta, grandes alas, ojos saltados, muy alto, enormes cachos, con un montón de cascabeles o «chilindrines» que sonaban con sus carreras y brincos, vestimenta color rojo intenso y un enorme rabo…la gente le tenía horror, también por los vejigazos, que causaban algún dolor, pero no grandes daños…»
Don Juan María fue muy conocido en el barrio como «Juan Monstruo» y el diablo llanero. Posiblemente, después, otros personajes del barrio cargaron esta mascarada, tradicional en nuestro barrio.
¡Lástima que estas tradiciones ya son cosas del pasado…!
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