Archivo para diciembre 2017
Allá en las montañas de Naranjo y otros bellos lugares de nuestra Costa Rica, tenemos más de doscientas manzanas de terreno cultivados con hermosos arbolitos de ciprés, para la navidad. Bien verdecitos, frescos, alegres, recibiendo la brisa y sol navideños, todos bien cuidaditos, dan más vida y frescura a nuestras fértiles tierras.
Son miles, pero indefensos ante la mano humana, portadora de poderosas herramientas en su contra: grandes tijeras, serruchos, sierras de motor, filosos cuchillos. No tienen defensa, aunque son un ejército de color verde, ante unos pocos, bien armados, con el consentimiento de compradores, felices al ver caer uno a uno. Mutiladas sus piernas, bien agarradas con sus raíces a la Madre Naturaleza, van a parar al mercado nacional, aunque sean incompletos.
Ocupan los lugares más vistosos de nuestros hogares, oficinas, parques, templos, escuelas, edificios gubernamentales, en todos lados, tienen un campito especial.
Ya mutilados, les ubicamos patitas de madera o bien tienen cabida en un tarro grande forrado con papel navideño, lleno de arena y piedras. Incluso, amarrados con cuerdas para no caer o pegar contra las paredes, después de estar bien plantados en la tierra que recibió sus semillas, los vio en todo el proceso de desarrollo y hasta la madurez, unos tres años después.
Les damos agua a beber, azúcar y hasta pastillitas de acetaminofén, posiblemente para mantenerlos bien frescos y quién quita por aquello de algún “dolor o infección” por las heridas en sus pies, cosa que la tierra no lo haría de esta forma ni la Caja del Seguro Social las recetaría para tal fin.
Ya paraditos, sobran manos para su atención en colocar su vestimenta importada desde la China: luces de colores, música de villancicos, escarchas, nieves, lazos, colachos, regalos, campanitas y estrellitas.
Aún así, bien elegantes pero con vida muy corta, despiden un riquísimo olor que inunda nuestros hogares y barrios. Vienen los vídeos, fotografías, sin faltar la divulgación en las llamadas redes sociales dirigida a los familiares y amigos en el interior del país o fuera de nuestras fronteras. Todo el Mundo debe conocer a nuestro arbolito.
Días después…pasa la euforia navideña a la tica: los regalos, los tamales, las comidas, bebidas, toros, el chinamo, lotería, el aguinaldo, el fútbol y el arbolito, posiblemente el más fotografiado de la familia, pasa a otro nivel que ya no es la familia. Muestra deterioro, sequedad, produce alergias, el olor no es igual, su piel se desprende y más bien produce basura o incomodidad en la casa, hasta lo calificamos como un peligro de incendio; no es el mismo que conocimos en la montaña, está cansado. Hay que desvestirle, quitar los adornos y hasta la estrella puesta en lo más alto de su cabeza. Guardar todo a ver si el próximo año, estos adornos son de utilidad o esperar las nuevas ofertas de los asiáticos con inventos navideños, más hermosos, de más costo económico, más colores y formas, para iniciar la misma jornada en la próxima navidad, con otros arbolitos sacrificados.
Le damos fin al arbolito, le reservamos un espacio diferente, lo echamos a la calle, en el caño, en un lote baldío que no es nuestro, allí lo tiramos o le volamos fuego. Ya no sentimos nostalgia y admiración por él. Allí se termina de secar por el fuerte sol, esperando el camión de la basura, tirado allí, recogido y mezclado con papeles sucios, líquidos hediondos, comidas y frutas podridas. Allí va quién nos dio alegría a niños, adultos y a nuestras mascotas; por él recibimos felicitaciones y paz en la navidad y deseos de buena salud en el año nuevo.
No hay música navideña, guardamos las estrellas, las tiras de luces, los mensajes, las bolitas y campanitas de colores. El arbolito es triturado por la enorme máquina, recogiendo lo que no sirve, al compás de un sonido, similar a una campana, que ya no suena a Navidad…suena a cajón de la basura.
Moraleja: en la vida real o realidad nacional, estadísticas indican que para estas fiestas navideñas y otras fiestas, muchos adultos mayores, son despreciados, abandonados en la calle o en internados en centros de ancianos. Estas personas insensibles consideran que nuestros abuelos ya dieron lo mejor de sus fuerzas, su ejemplo, su trabajo, su herencia económica, cumplieron con lo que tenían que hacer y de ahí el desprecio y la calle…como los arbolitos.
Aclaro: jamás soy enemigo de estas fiestas de Navidad. Sus arbolitos, regalos, son la ilusión de nuestros niños. Una fecha con mucha alegría, felicidad, nostalgia y hasta perdón entre nuestros semejantes. Quiero, con este texto, observar el camino de cada arbolito navideño, su vida útil y de paso comparar parte de su vida y su muerte con algunas injusticias que comenten muchos seres humanos con sus “viejos”, señores que en todo momento fueron de utilidad y luego despreciados. Vale que quiénes actúan de esta forma, son los menos, pero muy crueles…
Datos: Se indica en la prensa nacional que en CR, hay más de 200 manzanas cultivadas de arboles de ciprés. En Naranjo de Alajuela, 35 manzanas destinadas a la siembra de este cultivo. Diario Extra 3diciembre 2017. Sección Área Verde.
Asistir a las actividades del pueblo para festejar la fecha de un santo, lo tenemos presente, desde nuestros primeros años de vida escolar o antes. Es parte de la tradición de un pueblo y de Fe.
Recordamos a un Santo, de piel oscura, negrito, el Santo Cristo “Negro” de Esquipulas, en el Barrio La Agonía, barrio donde nos criamos y desarrollamos, en la ciudad Alajuela, Costa Rica, Centroamérica, segunda provincia de Costa Rica. Santo muy diferente a los otros, por su piel negrita, muy original, pero siempre sufrido y maltratado, igual al Cristo blanco, incluso, muchas veces mostrando sus hermosos ojos azules o verdes y larga cabellera.
Alegres fiestas en su Honor, cada quince de enero. La Iglesia y el pueblo creyente alistan todo para celebrar su Día, con ruidosas bombetas de pólvora, juegos, comidas en su tradicional cocina, bingos, procesiones, música. Todo este ambiente de pueblo, estas lindas tradiciones, lamentablemente, han decaído.
Y nos preguntamos por qué eso del cabello largo rizado, con ojos de colores? Estos son los que salen en las películas de Hollywood. El de la historia nuestra, es otro, el negrito, el que encontraron unas señoras en la pared del Santuario, negro por el polvo y sus dedos quebrados, allí incrustado durante el pasar del tiempo.
También, San Gerardo, de piel oscurita. Con vestimenta larga, negra y cuello blanco, así lo conocimos en nuestra niñez y vejez. Un Santo milagroso, puestas sus manos milagrosas en mujeres en gestación y en todos los niños.
En su Honor, la comunidad de La Agonía, en el centro de la ciudad Alajuela, Costa Rica, el Santuario del Santo Cristo de Esquipulas (Iglesia La Agonía), muestra un mural gigante en la parte sur del edificio. San Gerardo, en el centro, rodeado de niños y gente humilde de la comunidad. Se le rinde homenaje cada 16 de octubre, con la presencia de mujeres, hombres, ancianos y niños. Ruegan al Santo un milagro o agradecido por el nacimiento de un nuevo ser y bienestar de su madre.

Cuando niños, acudimos al templo, en esta fecha memorable, fecha muy importante, porque en la misa se reparte el Pan Bendito. Recordamos con mucha emoción y respeto, recoger o recibir la Bendición del sacerdote y la porción de pan. No importa si es un pan o una migaja, allí está la presencia de Dios, por más pequeño que sea. Esto lo aprendimos en la niñez.
Recuerdo en una ocasión, la gran fila para recoger el pan. Llevarlo con mucha satisfacción a mi madre, ella, repartía una parte a cada uno.
Un vecino de San Gerardo, por la cercanía de ambos templos, es la imagen Sagrada de San Caralampio, en El Llano, de Alajuela, territorio colindante con el Barrio La Agonía. También este Santo tuvo que ver con la familia, especialmente con los abuelos. Un Santo Milagroso, curador de todas las epidemias y enfermedades, como la poliomielitis, atacando a muchos de mis amigos de infancia, pero amparadas sus familias al Santo de “barbas largas”, estuvo allí para liberarlos de tan terrible enfermedad. Una gran tradición y acto de Fe del pueblo llanero, especialmente, cada diez de febrero.

San Caralampio, vestido de negro, de pies a cabeza, similar a la vestimenta de San Gerardo. El pueblo, lleno de fe, recorría las calles con el Santo, implorando sanación a sus hijos, una imagen y Santo de infancia en la comunidad y de otras comunidades, en San Mateo de Alajuela y Bagaces de Guanacaste.
De inmenso respeto, el Santo Sepulcro. Lo más impresionante en nuestra niñez. Acostado, lleno de llagas causadas por la mano del hombre que lo maltrató y posiblemente con llagas por estar siempre acostado, en aquella impresionante urna.
Mi madre Adilia, no faltaba un Viernes Santo, para mirarlo. Cuenta que yo le preguntaba por qué todos los años lo mataban y lo metían en esa caja… porque ver la enorme urna y ver el cuerpo, siempre nos causó enorme impresión y gran respeto, nos hizo llorar; cargado en hombros de señores vestidos de negro, Los Caballeros del Santo Sepulcro, lentamente caminando con el enorme peso de la imagen Sagrada y aposento transparente y color sol, que nos permitía desde cualquier ángulo, apreciar aquel montón de heridas y espinas en el cuerpo semidesnudo. Impresión y dolor. Nos erizaba y nos eriza la piel, los hombres que lo cargan con pasos lentos, en un ambiente silencioso y olor a incienso, cánticos, oraciones y música interpretada por la Banda de Alajuela, escuchar la impresionante pieza musical de un autor costarricense, EL DUELO DE LA PATRIA u otra pieza, eriza nuestra piel y nuestra alma. Y nos trae grandes recuerdos de la niñez, en un ambiente diferente al de hoy, donde la violencia y la agresión saltan por todos lados.
Hoy, ya adultos y entraditos en años, aún observamos y respetamos estas imágenes. No está nuestra madre, pero en cada imagen y lugares recorridos con ellas, están las huellas de doña Adilia. Y el respeto que nos inculcó… permanecerá.


Procesiones católicas, en el centro de Alajuela, en Honor a San Gerardo y al Santo Sepulcro. 2015-2017.


Miguel Montero Rojas, heredó la rica cuchara de su madre Rosa María Montero Cubero, nativa de Carrizal de Alajuela. Ella, una señora de tez oscura, delgada, de baja estatura, humilde, elaboró deliciosos pastelillos de papa, muy solicitados por toda la gente.
Sus herramientas de trabajo, un fogón construido con ladrillos rojizos, cazuelas y leña, ésta, recogida y cargada por ella de los potreros y fincas vecinas, elementos usados en nuestros hogares, hace décadas, para la preparación de alimentos. El fogón, el horno de barro y la cocinita negra de leña, eran nuestros aliados, especialmente en casas de adobes y techos de tejas.
Con estas herramientas y su excelente mano para cocinar, inició su labor en la elaboración de pastelillos, a base de manteca, papa, harina y sal. Con el trabajo de su esposo y el arte en la cocina, permitieron el sustento diario de la familia, comida, ropa en general y gastos escolares.
Portando siempre el lindo delantal y la canasta de mimbre llena de pastelillos, “abuela Rosa”, realizaba las caminatas diarias, por varios lugares ofreciendo el producto de su trabajo. Recorría casas, escuelas y otros establecimientos, muy céntricos y conocidos de Alajuela.
Estudiantes, niños, adultos, maestros, empleados municipales, médicos, obreros, todos, conocimos a doña Rosa por su dedicación al trabajo y calidad de producto que elaboraba en su propia casita. El aroma de los pastelillos nos invitaba a disfrutar de ellos, acompañados con café, aguadulce, con algún refresco natural o de botella, sabían a gloria. También a secas, disfrutamos de uno o más pastelillos de papa, con buen chilito de la chilera preparada por doña Rosa.
Siempre presente en el Callejón de la Escuela Juan Rafael Meoño Hidalgo, en el portón del Instituto de Alajuela, en la acera de la Ascensión Esquivel, en la Escuela Guatemala, en la Bernardo Soto, conocidas escuelas del centro de Alajuela y en la Unidad Sanitaria del Seguro Social, un punto muy importante por la cantidad de personas que acudían a la noble institución y personal de la misma.
Y por la calidad del producto, nunca protestamos por el precio, siempre aceptado, al inicio a cinco céntimos la unidad, luego a diez céntimos, a “peseta” (Veinticinco céntimos), sin sobrepasar los cincuenta céntimos.
A sus ochenta y cinco años de edad, le daba duro al trabajo para hacer llegar el “cinquito” al hogar. Un personaje nacido del puro pueblo, símbolo de trabajo, sacrificio y verdadero amor por la familia. La carguita de leña en sus hombros, como una hormiguita, las cazuelas sobre el fogón, la canasta, el delantal y otros implementos de cocina, dejaron de funcionar por la caminada de doña Rosa hacia el Cielo, atendiendo el llamado del Señor, dejando sus hermosas huellas de trabajo honesto y con sacrificio, un gran ejemplo a la familia y comunidad.
El aroma de los pastelillos, pasó a las nuevas generaciones.
Miguel decidió continuar con las enseñanzas de su madre. Y así, mantener siempre el recuerdo de doña Rosa. Cuando vemos la imagen de esta señora, inmediatamente recordamos el platillo de ricos pastelillos.
Hoy, se utilizan otras herramientas más modernas, pero se ha mantenido la esencia del producto original, de ahí la aceptación de la gente por los pastelillos de papa, de Miguel, quién ha agregado un platillo adicional, los populares prestiños, con sabor a dulce de tapa.
Las nuevas generaciones, debemos conocer el ejemplo de trabajo que día a día, a pie, con su canastita repleta de pastelillos, construyó “abuela Rosa”…
Por eso, dedicamos en esta página, el trabajo y ejemplo de doña Rosa María, fallecida a los noventa y siete años. ¡Muchas gracias, abuela Rosa!
Pastelillos de Miguel

Nació 20 octubre 1906.