Nacimos al calor e iluminación producidos por la candela de parafina y pabilo (mecha), con la inconfundible cajita de fósforos, siempre presentes en nuestros hogares. Dos elementos inseparables, necesarios en “tiempos oscuros” por la carencia de luz eléctrica.
Las candelitas nunca faltaron en el Altar de nuestras casas para rezar el Santo Rosario, todas las noches. Esas mismas candelas, también se utilizaron para otros fines, en caso de temblores u otras emergencias provocadas por la Naturaleza. Se nos quedó la costumbre centenaria, de la presencia de ellas entre las “cosas” del hogar. Incluso, hoy día, es casi seguro la presencia de los fósforos y candelas, haciendo competencia a linternas de baterías, de sol y dispositivos electrónicos.
Repasando la historia de Alajuela, no olvidamos a don Salvador Molina González, don Lolo Molina, administrador de una industria pequeña, casera, con la elaboración de candelas de parafina y pabilo, en un galerón de madera ubicado contiguo a su casa de adobes, a unos cincuenta metros al oeste del Parquecito Estercita Castro, conocido como el Parque de niños de El Arroyo, al sur del corazón de Alajuela.
El señor Molina, inició la fabricación de candelas en 1938, por ahí… años más, años menos; pero de verdad que ya hace ratillo tiempo. Antes, existían las fábricas de candelas de don Erasmo Herrera, cincuenta metros sur esquina “sur-oeste” del Mercado de la Ciudad y la fábrica de Los Fuentes, vecinos de Villa Hermosa de Alajuela. Al retiro de don Erasmo, don Lolo Molina inicia su fábrica en el barrio arriba mencionado, con un personal pequeño, dos señoras o muchachas, él y la colaboración de otras personas. Era una industria familiar.
Cuenta un vecino, las visitas que hacían él y los otros niños vecinos de El Arroyo, a la casona y galerón de la parafina, motivados ante la atención recibida por el administrador y fabricante de candelas. Podían apreciar el proceso de fabricación, con todos los detalles; un atractivo para niños y adultos, ver tantas “lindas damas vestidas de blanco, muy altas y con un mechoncito en sus cabezas coloradas”, como decía una de las muchas adivinanzas de nuestro folclore, contadas por los abuelos y padres, a sus nietos e hijos.
El hijo de don Lolo, don Guillermo Molina Vásquez, un roble de noventa y tres años de edad, fino ebanista, dice que “antes todo se manejaba a pura candela y canfineras” y de ahí la aceptación del alajuelense por el producto de su floreciente empresa familiar, de sobra conocida por la gente del centro, distritos y de otras zonas del país. Las pulperías locales y las pulperías fuera del perímetro de la ciudad, daban fe por la calidad de las candelas, producto esencial en el “diario” o compras de cada semana o quincena. Es decir, la canasta alimenticia contenía: arroz, frijoles, manteca, azúcar, sal, harina, dulce de tapa (caña de azúcar) y otros productos necesarios en todo hogar, sin faltar las candelas y las cajitas de fósforos. Menciona las pulperías en San Pedro de Poás, Sabanilla, Itiquís, Carrizal, Concepción El Llano, Desamparados y otras, sin el nombre de ellas, porque muchos detalles se olvidan con el pasar del tiempo.
Y la distribución de los encargos o pedidos de candelas por las pulperías en el centro y distritos, no era tan fácil hacerlos llegar. Tenía su sacrificio, tomando en cuenta las vías de comunicación, distancias y medios de transporte. Tres importantes opciones para la comercialización y transporte del artículo allá en los años treinta y resto: cargar las candelas, colocadas en varillas, tocando puerta por puerta en cada pulpería, en el centro de la ciudad, a pie.
El sistema de las varillas, consistía en una vara de madera, colocada en forma horizontal, sobre el hombro de la persona. El madero marcado con ocho ranuras pequeñas para ajustar el amarre de los grupos de candelas formados por 15 unidades, montando en cada varilla un total de ciento veinte candelas.
Para los distritos, don Lolo aprovechó la llegada de las carretas procedentes de San Pedro de Poás, Sabanilla, Grecia y de otras zonas “cañeras”, los lunes, cargadas con el dulce de tapa (caña de azúcar) a los tramos del Mercado Central de Alajuela. A su regreso, los boyeros estaban anuentes a colaborar con el transporte de las candelas hacia las pulperías o almacenes de distritos, en cajas de cartón, asegurando el producto a los compradores. Recordemos que el Mercado Central de Alajuela, fue el principal punto de comercio, abría sus puertas a las cinco de la mañana, esto generaba gran dinamismo con el dulce, un producto orgullo de los costarricenses.
Los boyeros, a parte del transporte del dulce, candelas y otros productos, no se negaban meter en sus carretas, algunos “copetines” (botellas) para calentar sus propios pasos por caminos incómodos y duros, acompañados de sus hermosas carretas y fieles amigos, los bueyes.
La otra estrategia utilizada por don Lolo para las ventas de candelas, el Mercado Central de Alajuela. Lo localizamos ocupando un “tramito” con su cajón o caja grande apto para la venta de las candelas. Estos cajones se confeccionaban para este fin, con tapa y patas de madera, asegurados con su candado y llaves. Fuera del horario laboral, sin la presencia del dueño, permanecían en el Mercado al aire libre, sin temor a robos o daños en la mercancía. Otros vendedores comerciaban con jabones, dulce de tapa y otros productos, en las mismas condiciones, ante la presencia de compradores en busca de alimentos y utensilios para sus familias.
Debemos mencionar que el precio por unidad de la candela, no pasaba de “cinco céntimos” y su presentación en rollos de quince candelas. El tamaño y forma de la candela era de diez pulgadas y otras un poco más largas, variando el precio y el rendimiento, siempre rectas y la base un poco más abultadas, digamos, más “culoncitas”. También a solicitud del cliente, otras tenían color rojizo utilizado como adornos en las casas y para las primeras comuniones, de tonos celestes y amarillos. El color se lograba al introducir un líquido de color al momento de derretir la parafina en el tanque o pileta.
Bueno… ¿Y cómo era la elaboración de las candelas? La materia prima, lo constituían dos elementos, el “pabilo”, más conocido como la “mecha” y la “parafina” (esperma). La presentación de ésta se mostraba en el comercio en forma de láminas de cincuenta centímetros de largo por treinta centímetros de ancho, con pulgada y media (1 ½) de grosor, de venta en los mercados en la Capital San José y empacados en sacos de “gangoche”. La parafina era un producto importado desde Alemania. El pabilo, en forma de ovillo, adquirido en mercados y otros almacenes nacionales. Del ovillo se localizaba la punta del pabilo y se iba devanando por el interior.
El procedimiento para elaborar las candelas: se utilizaba un marco de madera de aproximadamente dieciséis pulgadas de largo por catorce de ancho, este marco con varillas de metal de un cuarto de grueso, formando algo así como una ventana con verjas. En las varillas, se guindaban los hilos dobles de pabilo, listos para darle la forma de trenza. El marco era sumergido por varios segundos en un tanque con la parafina derretida, procedimiento realizado dos veces más, para darle la forma de candela (capas), generalmente candelas de diez pulgadas de largo. Y para lograr este calentamiento, al tanque de metal se le aplicaba fuego con leña o pedazos de madera, desde abajo, igual al funcionamiento de las cocinas de leña o del fogón.
La señora Zoila Emilce Arroyo Solórzano, dice ella, siempre conocida con un único nombre «Emilce» y así hasta en estos momentos, hoy con ochenta y siete años de edad y recuerda como el primer día, el funcionamiento de la «Candelaría» o fábrica, también conocida de esta forma: «De regreso de la escuela, visitaba la fábrica por la amistad de mi madre con la familia de don Lolo. Era como mi segunda escuela y hogar. Colaboré con la limpieza del galerón, sus pisos de madera bien limpios, recoger la leña para la pileta, que todo estuviera bien aseadito, lo necesario para que el ambiente permaneciera apto al proceso de las candelas, siempre blanquitas, sin ninguna partícula extraña en ellas, porque éstas debían salir con excelente acabado hacia el comercio y consumidores…»
También nos cuenta el aprendizaje de frotar con ambas palmas de sus manos, húmedas, con un poquito de agua, hasta dar la forma de trenzas a los mecatitos de pabilo, colocados en los marcos. Estos marcos se guindaban en la rueda de metal, similar a una rueda de Chicago, pero en forma horizontal. Por cada vuelta, los marcos se tomaban con las manos y se sumergían en el tanque, ésto para ir formando las diferentes capas o grosor de parafina en cada candela…
Don Lolo, un señor amable, de puro trabajo, simpático, respetuoso y generoso, nos cuenta Emilce…
Estas familias emprendedoras, dedicadas a sus trabajos con esfuerzo y honradez, como los casos de don Lolo Molina, don Erasmo y Los Fuentes, contribuyeron al progreso de nuestra Alajuela, iluminando el camino con transparencia y sacrificio, dejando enormes ejemplos para todas las generaciones…
El Altar, a la luz de las candelas.
Glosario:
Candela: Bujía, vela. Alumbrar
Pabilo: torcida mecha que está en el centro de la vela
Mecha: cuerda retorcida o cinta de filamentos combustibles que se mete en el interior de las lámparas o bujías.
Parafina: Substancia sólida, blanca, menos densa que el agua, fácilmente fusible. Se obtiene destilando petróleo o materias bituminosas naturales; es una mezcla de hidrocarburos.
Pulpería: tienda donde se venden bebidas, comestibles, panes, etc. Comisariatos.
Gangoche: Tela de yute, para la fabricación de sacos. (En Cuentos de mi Tía Panchita:” abrió un ojo después el otro y como vio que no había nada que temer, hizo un buen boquete al saco de Gangoche en que venían los quesos bien envueltos en tusas…”
Tramo: puesto de venta, generalmente bajo techo, también al aire libre
Copetines: confites con cierto grado bajo de licor, forrados en chocolates.
Galerón: Cobertizo. Tejado que sale fuera de la pared y sirve para guarecerse de la lluvia. Sitio cubierto ligera o rústicamente.
Ovillo: bola que se forma devanando el hilo.
Diario: conjunto de artículos de primera necesidad de la canasta alimenticia, utilizado en nuestros hogares.
Cañeras: zona cultivada con caña de azúcar.
Tramito: establecimiento para mostrar o vende diferentes productos.
Culoncitas: parte final de una candela, más gruesa o abultada.
Candelaría: fábrica de candelas.
Cinco céntimos: denominación menor de un colón, moneda de Costa Rica, Centroamérica.
Lolo: diminutivo del nombre Salvador.
Testimonio oral:
Nuria Molina Vásquez
Guillermo Molina Vásquez
Anselmo Sánchez Valerio
Rocío Soto Navarrete
Daniel Esquivel
Otros usos de la parafina, según nos han indicado los colaboradores para realizar esta nota:
-Curar uñeros de las manos o pies
-Lubricar la madera de puertas y gavetas, se desplazan suavemente
– Evita la herrumbre
-Facilidad del cepillado de la madera, en trabajos de ebanistería
-Encendido de fogatas
-Trabajos en cañerías, sellar uniones. (Hoy teflón)
REPORTES PERIODISTICOS, RELACIONADOS CON LAS CANDELAS:
Policías cuidan Crucitas a punta de candela. Falta agua y electricidad, San Carlos.
Diario Extra. 5 setiembre 218: “La Policía de Fronteras del Ministerio de Seguridad Pública, de Costa Rica, Centroamérica, destacada en Crucitas, Cutris de San Carlos de Alajuela, Costa Rica, Centroamérica, se enfrentan a la falta de recursos, agua y luz eléctrica, lo cual los obligan a iluminarse con candelas en las noches de guardia.
Diario La Nación. 5 setiembre 2018:
Para las actividades del 14 de setiembre 2018: El Hospital Nacional de Niños y el Ministerio de Educación Pública, de Costa Rica, piden evitar el uso de candelas y fósforos en faroles para esta fecha.
Las dos Instituciones hicieron un llamado para que los estudiantes, padres de familia y la población en general, evite a toda costa utilizar candelas, fósforos , encendedores, así como cualquier material inflamable cuando confeccionen o adquieran los faroles para las celebraciones de la Independencia, este mes de setiembre. Esto para evitar quemaduras por fuego que son de las más agresivas y dañinas.
Del título o libro de don Ernesto Alfaro Cascante, «Plaza Iglesias: remembranzas de un barrio alajuelense», página 20, de la Editorial Universidad Técnica Nacional (U.T.N), extraemos:
«En noches oscuras los carajillos del barrio nos íbamos a jugar con lámparas que nosotros mismos fabricábamos, las que se construían de un tarro de leche klim o algo similar, con un clavo le perforábamos el fondo, o sea, que le hacíamos un montón de huequitos que funcionaban como un enfriador, al otro extremo del tarro, lógicamente sin tapa, le amarrábamos un alambre a modo de agarradera, luego metíamos un pedazo de candela, lo prendíamos y ya estaba listo nuestro foco. Esas lámparas daban muy buena luz y con ellas nos íbamos a la Calle Ronda, quesque a cazar zorros…»