La esquina familiar de la “Pulpería de Pochet” o, simplemente “Poché”, esta centenaria casona (desde la primera mitad del Siglo pasado) y su exquisita administración, nos permitieron disfrutar de una estancia agradable, fresca, con olor a madera, anecdótica y confiable, especial para todo público, niños, mujeres, jóvenes y adultos. Sin faltar, porque es fundamental, la participación de la mujer, en la administración y atención brindada por su hermana Doña Carmen y los sobrinos, en el establecimiento. Todos los alajuelenses, visitamos esta gran casona y no querer salir de ella, llena de grandes recuerdos.
Algunos afirman que inicialmente se llamó Pulpería “La Libertad”, nombre libertario por estar ubicada a unos cuantos pasos, unos diez metros, cruzando la calle, oeste, del Monumento dedicado a Juan Santamaría, pedacito de tierra, también esquinero, donde está el ombligo del Héroe Nacional y su “Fuente de la Libertad». Y Libertad escrita en piedra, para que nadie la violente.


En esta edificación, nos atendía con alegría y respeto, don Emilio Pochet. Un establecimiento comercial adelantado a su época, porque había de todo: abarrotes, pan, dulce, helados, confites, todo para el hogar, artículos de limpieza, granos, lecheros, tosteles (arrollados, gatos, bizcotelas, Ilustrados, pasteles, polvorones de los Artavia, queque seco, galletas y algunos productos de maíz, recordamos las ricas empanadas, tortas y más); sin faltar la atracción para jóvenes, adultos y niños con el juego de las maquinitas “pinball”, futbolines con derecho a cinco bolitas por una peseta (veinticinco céntimos de colón), sin faltar las anécdotas, chistes y apodos graciosos a los chiquillos estudiantes, puestos por el administrador del centro comercial. Todo esto y más es parte del ayer alajuelense.


Visitantes a este establecimiento, hoy, recuerdan sus anécdotas: “Gastaba casi todo el dinero en juegos y en lecheros”. “Después de salir de clases en la Escuela Ascensión Esquivel Ibarra, a cien metros, al oeste, de Poché, o después de un partido de fútbol en la Plaza Acosta, acudía a la famosa pulpería a disfrutar y descansar”. “Ir con la novia a disfrutar un lechero de crema con tostel, era una atracción”. «Nos marcó la vida con disciplina, valores y responsabilidad, especialmente en niños y adolescentes».
Y Alajuela y visitantes de país, recuerdan el final de los desfiles del Once de Abril, allí en la Fuente de la Libertad y Pochet esperándonos con sus famosos lecheros y repostería.
Al mismo «Poché», le sucedió una anécdota muy simpática. Para entregar encomiendas y mercadería, realizaba el trabajo en la famosa bicicleta y ésta con una estructura metálica, similar a una canasta o cajón, en la parte delantera del vehículo. Mientras cumplía con la entrega de huevos, se desató un gran incendio en la fábrica de tiza, propiedad del ciudadano Sergio Rodríguez, cerca del Hospital San Rafael de Alajuela. La canasta mostraba una muy buena cantidad de cartones con huevos. Al ver las llamaradas y humo, colaboró con los bomberos, dejando la bicicleta estacionada en una acera o caño del barrio, con la mala suerte que algo la volcó, posiblemente la extensión de las mangueras, quebrando todos los huevos…imaginamos a doña Carmen, dándole a Emilio su buena «pasada».
Y siempre nos recibía con su humor original. Un día le preguntaron por su edad. Nunca respondía con exactitud, simplemente con un comentario: “Imagine que Juan Santamaría, mi vecino muy cercano, era fiel cliente de los lecheros y tosteles; aunque otros afirman que Doña Manuela, la mamá de Juan, fue quien le pasó la receta de los lecheros a Pochet. Y así, sus “salidas” que se convertían en risas y aplausos. Cuando le pedían un lechero, una pregunta al comprador: “¿Cuál es el resultado de 4×2?”, “Ocho”, le contestaban. “¡Qué bien estás en Estudios Sociales!”. Y si el estudiante no tenía dinero para el lechero y tostel, con gusto lo hacía gratis. Poché siempre ha sido una persona muy seria, amena e inteligente. Así con simpatía y respeto, nos obligó a ser clientes, siempre.
Claro, también sentía molestia cuando algún joven estudiante violentaba alguna de sus máquinas de juegos. Si la maquinita se “pegaba”, el estudiante respondía con una “sacudida” al aparato y esta situación ponía a Poché como los “diablos” y aún así expresaba sus dichos: “No haga eso, papá”, «suave, carraquillo» o «tranquilo, mozote». Y de seguido la regañada o consejo al joven estudiante. Y, a veces, simulaba con un buen coscorrón en la cabeza del muchacho. Y todo generaba risas…
La casona de madera, muchos años después, al momento de quedar desintegrada por la acción de las llamas, lucía pintada de color blanco con ribete azul, como las casonas de adobes encaladas de nuestros abuelos. El incendio del 23 de setiembre 2018, terminó con la belleza de aquella estructura. ¡Sí, con la estructura, nunca con su historia, escrita con sacrificio, amor y transparencia por Emilio y su familia!



Lo de hoy, en la misma esquina, les tocará a otros contar la nueva historia, con la intervención de la modernidad donde se levanta un edificio de cuatro pisos del Proyecto Sociedad de Seguros de Vida del Magisterio Nacional, Sucursal Alajuela, Costa Rica, Centroamérica.
¡Vamos donde Poché! ¡Cuénteme sus anécdotas!

Nota: Las dos primeras fotos (10 enero 2020) donde aparece el señor Poché o Pochet y los refrescos en la nevera, son donadas por don Francisco Alvarado.
Em. Bar.Muñ.