¿Recuerda cuando nuestros abuelos y padres nos enviaban a los “mandados” de la casa?.
“Vaya a la pulpería de don Napo y me trae lo apuntado en este papel, al Molino de Cayetano por la masa, a la pastelería de don Rubén Güell por los «borrachitos»(tipo de repostería), donde doña Susa por las tortillas, pase por los botones donde Alfredo Rodríguez, por el rollito de culantro en el Mercadito de don Juan Solano…cuidado se queda jugando en la calle”. Así eran las órdenes y mandados, especialmente de nuestra mamá o la abuelita.
Pero… ¿Le tocó ir a comprar carbón para el anafre, el fogón, la parrilla o cocina de su casa? Los anafres, muy utilizados en tiempos pasados, fueron construidos por don David Sibaja en el patio de su casa, aplicando materiales de calidad en ladrillos y varilla de construcción, fuertes y casi indestructibles por más carbón que consumieran todos los días. Y en el Mercado Central de Alajuela encontraba gran cantidad de clientes.
En esta anécdota vamos a recordar la venta de carbón, en El Llano de Alajuela.
Todo el mundo conocía la casona de madera donde vendían carbón, aunque no había ningún rótulo; sin preguntar mucho se llegaba al galerón de la casona de un señor conocido como “Ñica”, muy humilde, honrado, trabajador, un gran ejemplo para su familia y vecindad.

Nadie mejor que Daube Gómez Álvarez, su hijo, nos cuenta lo de Ñica y su familia, quiénes instalaron la carbonera: “Don Narciso Álvarez Castro, nuestro abuelo, inició la venta de carbón hace más de medio siglo y para lograrlo alquiló un galerón en quince colones mensuales, en el Barrio Concepción El Llano de Alajuela, muy cerca, a unos cien metros al Este del Estadio Alejandro Morera Soto.
Cuando eso, sigue contando, el “cuartillo” de carbón valía cinco colones, la “cajuela” veinte colones (4 cuartillos) y el “saco” treinta colones (4 cajuelas), en dos clases de carbón: el mejor, obtenido de la madera del roble, daba una “ceniza negra” y la mejor prueba se obtenía al encender el carbón produciendo gran cantidad de chispas. Más duradero, aunque más difícil de encender; contrario al otro carbón, dejaba una “ceniza blanca”, más fácil de encender, pero menos duradero. Esta blancura era el resultado de la madera blanca, al utilizar la madera del guayabo. Algunas personas preferían el carbón de ceniza blanca para evitar el chispero y algún accidente.
Al fallecer don Narciso, la carbonera pasó a manos de doña Dora Álvarez Azofeifa, su hija, en un galerón detrás de la casa. Al morir doña Dora, la “tradición carbonera” no se apagó porque estaba en manos de verdaderos “robles”, gente de mucho trabajo.
Por último, don Daube Gómez Orozco, Ñica, pensionado, continuó con la tradición, hasta su muerte, hace más de veinticinco años. Con él, la carbonera llegó al final, también ubicada en la misma casita o galerón, muy cerquita del centro deportivo.”
Los clientes habituales de la carbonera llanera, siempre fueron las ventas de comidas, ventas de tortillas caseras, tamales y otros productos, las gentes que “cocinaban” (cocción) el maíz para obtener la masa en el molino y las fiestas con parrilladas; mientras los clientes mayores, eran las fábricas de papas tostadas, entre éstas, “La Libertad”, hoy con más de cincuenta años de existencia, en el centro de la ciudad.
Otros clientes, el Instituto Nacional de Aprendizaje (I.N.A). La Institución tenía un programa del cultivo de orquídeas con “óvulos” traídos de Taiwán para el desarrollo de las plantas y aquí se preparaban los injertos. Se introducían en botellas y al germinar se sacaban con unas pinzas, hasta colocar en cajitas, posiblemente plásticas o de cartón. En el siguiente proceso, se aplicaba un abono muy especial.
El carbón “quebrado” o carbón “menudo”, incluso el polvo del mismo, sirvió de abono al desarrollo de las plantas. Para la carbonera fue muy importante el aporte de un centro educativo de prestigio en la compra de su producto.
Existió una venta de carbón en el Barrio El Carmen de Alajuela, más pequeña. Otras, de la esquina sureste del Parque del cementerio, o sea, cincuenta metros sur de Fábrica de billares Punis, la carbonera de Raúl en el barrio Plaza Yglesias y una muy cerca del conocido bar La tacareña, de Zenén Vargas, en el corazón de la ciudad y la de doña Edelmira, diagonal al bar «El barquito», en El Brasil de Alajuela. Todas con su clientela y trabajadores de calidad.
La carbonera de Ñica, en manos de él y su familia, siempre actuaron con transparencia porque vendieron calidad, sin necesidad de combinar el producto con diferentes clases de carbón. Vendía las dos clases de carbón, pero siempre por separado o a criterio del cliente. Eso sí, desconfiado porque había detectado que el carbón traído de alguna carbonera, allá en el Cerro de la Muerte, mezclaban el producto.
Por tal razón, “zarandeaba” cada saco para verificar que no entrara a su galerón, carbón quebrado con carbón entero. Prefería perder, pero al cliente le entregó calidad, aunque por allá, le metieron en el saco “gato por liebre”, como decimos en el pueblo.
Y del trabajo de las carboneras, nacieron otros personajes. No debemos olvidar la función de don Rafael Ángel Ballestero Oconitrillo, conocido en Alajuela con varios sobrenombres, “Tirimbumbia”, «El árabe» y el “Negro Ña”, nació en el año mil novecientos veintiséis, alajuelense de nacimiento, vecino de «Los Higuerones». Utilizaba un carretillo de madera para trasladar diariamente los “encargos” de carbón provenientes de casas de habitación y establecimientos alajuelenses; incluso, fuera del perímetro de la ciudad, citemos La Guaria y San Martín de Canoas y otras comunidades.
También, su carretillo era apto para transportar «diarios» (el tradicional diario estaba conformado de varios artículos para el hogar, granos, dulce de tapa, harinas, queso, sal, café, pan, avena, cacao, manteca, siropes, azúcar, algún licor o vino, etc) desde el Mercado Central de Alajuela a casas de habitación indicadas por el comprador; sin faltar el traslado de cajas con licor a algunos establecimientos llamados bares y «pulperías-cantinas», muy propias de esos tiempos.
Por el momento, no sabemos el origen y significado de algunos de sus sobrenombres, pero sí conocimos su humildad, muy servicial, de baja estatura, piel oscurita, descalzo, no utilizaba camisa para el trabajo portaba siempre un saco de manta amarrado a su cintura y un simulacro de turbante, por lo que gente también le decía «El árabe», un gran trabajador.
Tan trabajador que hasta se apuntaba a construir los huecos en el cementerio de Alajuela, con la ayuda de un amigo a quién le decían «Patas sucias». «Tirimbumbia» nunca le hizo mala cara al trabajo. Por eso destacamos su persona y parte de su vida, su esfuerzo, para ganar el sustento diario.
Nos cuenta Daube: “mi papá tenía de cliente a un señor de Estados Unidos, vecino en Sabanilla de Alajuela. Acostumbraba en su finca hacer fiestas con invitados de su país y nacionales empleados de la finca, sin faltar las parrilladas y otros platillos. Llegó al barrio El Llano y preguntó por Ñica pero éste ya había fallecido y el “gringo” no lo sabía. El cliente lamentó muchísimo la situación, lo mismo la familia, al sentir el dolor del extranjero.
¡Sí, don Daube ya no está en la carbonera!. Ya no muestra sus manos, delantal y ropas envueltas con el polvo negro del carbón. Los sacos, el carbón, los cuartillos y las cajuelas (implementos construidos de un latón fuerte) son recuerdos de nuestra historia laboral alajuelense y por eso, hoy recordamos a la carbonera y emprendedores, con mucha nostalgia…
El Llano, Alajuela, 26 noviembre 2021.
Glosario:
Anafre: Hornillo portátil que hace la función de los quemadores de una estufa. Generalmente se alimenta de carbón o leña.
Pulpería: Establecimiento comercial típico de las distintas regiones de Hispanoamérica. Proveía lo necesario para la vida cotidiana: comida, bebidas, velas, carbón, remedios, telas y otros. Era el centro social de las clases sociales humildes y medias de la población. Allí se reunían los personajes típicos de cada región a conversar y enterarse de las novedades del pueblo.
Gato por liebre: Cuando hay un engaño de manera deliberada, con total intención al dar un artículo o prestar un servicio diferente, con menos calidad a la acordada.
Zarandear: Mover una cosa de un lado a otro con rapidez y energía.
Carbonera: La que vende carbón o espacio, un galerón, para depositar carbón.
Cajuela: Unidad de medida. Se divide en 4 cuartillos.
Cuartillo: Unidad de medida.
I.N.A: Instituto Nacional de Aprendizaje, centro educativo de Costa Rica, Centroamérica.
Guayabo: Madera dura, excelente para leña y mangos de herramientas. Color pardo claro.
Diario: conjunto de alimentos para el hogar.
NOTA: Esta historia no está actualizada. Sí, en la llave Data.
¿Cómo se logra el carbón?
(Tomado de Wikipedia, la enciclopedia libre)
La carbonera se forma de modo artesanal colocando los troncos de leña en forma de cono y cubriéndolos con una capa de tierra de unos 20cm de grosor. En la parte superior del horno se practica una chimenea y se hacen respiraderos en la base para avivar el fuego. Se introducen brasas por la chimenea y se alimenta con tacos de madera regularmente, llevándose a cabo la combustión en ausencia de oxígeno. Transcurridos unos 20-30 días, los troncos de madera se han reducido a carbón.