Archivo para diciembre 2009

Calufa, nuestro vecino   Leave a comment

 

 

 

De aquí a cien “varas” (metros, indicamos hoy), al otro lado de la cuadra, a la par, al frente, pegando con el patio. La casa de Carlos Luis Fallas Sibaja, es el punto de referencia y con esto fuimos orgullosos vecinos de nuestro gran Calufa, quien habitaba, prácticamente, en medio de dos hermosos templos católicos: el templo de La Agonía y la ermita de la Concepción o El Llano, en Alajuela.Casona

Nuestros abuelos, doña Bolivia Quesada y don Paulino Soto, habitaban en su casita de adobes y techo entejado,  casi pegando patio con patio de la casa de Calufa. Nos visitaba a diario. Los viejos tenían su especialidad; él, un popular zapatero remendón del barrio; Bolivia, ama de casa con una “cuchara” famosa en la fabricación de panes, tortillas con queso, tamal asado, tamales de cerdo y pollo,  bizcochos en forma de tortas y rosquillas, todo asado en horno de barro. Calufa disfrutaba de esta amistad y comidas, preparados por sus queridos vecinos. Además, trataba temas políticos y otros, sin faltar el jueguito de naipes y chistes con la familia. Fue, mejor dicho, un miembro de la familia.

Así actuaba con casi todos los vecinos. Siempre fue nuestro vecino más cercano, aunque  las distancias fueran más distantes.Calufa Fallas

Habitó, posiblemente, en otros sectores alajuelenses, se dice que al costado sur del Cementerio de Alajuela, pero la ubicación arriba indicada es la ideal por ser El Llano, su nombrado y querido barrio en sus joyas literarias; en  “Mi Madrina”  encontramos esta hermosa pintura hecha con letras…”sus calles polvorientas, su hermosa plaza, con muchos naranjos a la orilla, un inmenso  y frondoso mango allí, en la esquina frente a la casa de Crisanto Soto, y la pequeña ermita allá en el fondo, como un portal;  y sus casitas humildes, un poco lejos de nosotros, agrupándose hacia el sur, de bajareques y adobes techadas todas con tejas de barro cocido…”.

También cita al barrio en su biografía, en Marcos Ramírez: “Nací el 21 de enero de 1909, en un barrio humilde de la ciudad de Alajuela. Cuando yo tenía cuatro o cinco años de edad, mi madre contrajo matrimonio con un obrero zapatero, muy pobre, con el que tuvo seis hijos. Me crié, pues, en un hogar proletario…”.

En la enorme casona, estaba ubicada su hermosa Biblioteca, un aposento para sus libros, escritos, proyectos, propaganda política,  máquina de escribir, fotografías,  su extenso escritorio y silla. Allí, vimos, sentimos, discutimos, coincidimos, chocamos, dialogamos con aquel humilde hombre, vistiendo casi siempre  pijamas de satín a rayas y cómodamente en pantuflas.  Y allí, en un lugar del cuarto, o sobre el escritorio, el inseparable bastón de madera que utilizaba cuando salía de la casa a comprar algún artículo a la pulpería o mercado central, o llevar la ropa a la señora vecina encargada del aplanchado, apoyándose en aquel instrumento.

Don Manuel, conocido como Manuel “El Pintor”, fue un visitante usual en la casa de Calufa. Le servía de “correo” repartidor de propaganda política, entre ella, las invitaciones para celebrar las actividades y desfiles del Primero de Mayo, Día Internacional de los Trabajadores, en la Capital.  Otras veces para recibir las instrucciones de cómo, dónde y a qué hora hacer las “pegas y pintas”.

Las pegas eran los volantes y afiches pegados con goma en postes, tapias y otros puntos, las pintas o letreros escritos con pintura blanca o negra en lugares estratégicos de la ciudad. Esto una práctica que, evidentemente, no colaboraba con el ornato, pero la clandestinidad los obligaba hacer llegar el mensaje a la población, de la forma más económica.

Este trabajo se hacía con la colaboración de dos personas. Una, portaba la olla de aluminio repleta con goma y  brocha de dos pulgadas, la otra con la papelería. Casi en la madrugada, a escondidas de la policía, se ejecutaba la tarea. En muchos casos, los policías se hacían “los rusos” porque los capturados o fichados eran sus propios vecinos,  amigos y hasta familiares.

Manuel, como excelente pintor de casas, también funcionaba como pintor de lemas en muros, piedras y postes. Un montón de veces, en varios lugares de la ciudad, expresó con su buena letra y ortografía:

¡Viva el primero de mayo!

¡Muera el imperialismo yanqui!

¡Sí, al aumento de salarios!

Fallas, al conocer cada faceta del pintor, le hizo un encargo muy especial. En las siguientes semanas, tenía la invitación para asistir al Congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética. Empezó a preparar el viaje y sus cosas; entre sus pertenencias de viaje, pensó en conseguir un par de calabazas en el Mercado de Alajuela – las calabazas son las cantimploras del campesinado costarricense – para que fueran ilustradas por las manos y pincel mágicas de Manuel.

“Manuelito, quiero que me pintes unas guarias y carretas típicas con un ¡Viva Costa Rica! en estas calabazas, pero cuidado se lo olvida”. Todos los días le recordaba los dibujos en aquellas vasijas naturales.

“No le fallaré, no tenga ninguna preocupación”, respondía el pintor de tapias, postes, casas y  pronto de calabazas. ¡Mirá, le vuelvo a repetir, no me falles con el encargo!”,  a cada rato le decía.  Y Manuel, sin demostrarlo, ya sentía mucha molestia por tanta insistencia.

Días después, llegó el momento feliz para ambos. Uno, con la alegría de ver a Calufa portando las dos calabazas en sus manos, rumbo a Europa, allí llevaba su obra de arte, su magia, nada menos que a otro continente. Fallas no cabía de felicidad con el presente,  magistralmente decoradas por un gran amigo,  muy paciente  y compañero de lucha.

Imaginamos que los rusos hicieron fiesta con el extraño regalo, llegado desde un país tan lejano y pequeño.

La casona, en la entrada principal,  rodeada de enormes cactus, hasta de seis metros o más de altura, paredes de adobes, bahareques, pisos en mosaicos a colores, extenso patio o solar con gallinas, patos,  pollos, chompipes, colmenas, porque su tío don Juan Fallas tenía allí todo para trabajar: banco de carpintería, vendía huevos por docenas, medias o cuartos; guineos, plátanos, mangos, aguacates, naranjas, limones, miel de abejas, o “miel de palo”, como decíamos antes.

Los enormes patios de las casas antiguas permitían todo esto, contrario a los tiempos actuales donde hoy todo es  área de construcción, todo blindado en cemento y “perling”.

En medio de tanta vegetación y animales, allí mismo convivían doña Tiva, Mina, Juan, Lala, Calufa, la linda familia del escritor y defensor de los trabajadores. Olor a gallinas, a cuitas,  a tierra fresca, aguas cristalinas, a miel de abejas, a libros, a casona de tejas, así era la Casa–Biblioteca de nuestro inmenso vecino.

Esta casona, sirvió para recibir a sus amigos,  a sus camaradas de partido político, jóvenes izquierdistas, a sus contrarios en ideología,  a sus vecinos, familiares, escritores, religiosos, dirigentes sindicales bananeros, zapateros, sastres, panaderos y otros sectores de trabajadores quienes necesitaron el consejo, la dirección, la valentía, su presencia física y sabiduría de Calufa para enfrentar luchas por salarios, justicia social, por defender nuestra soberanía y no entrega de nuestros recursos naturales al extranjero.

Muchas décadas después, han quedado algunos testigos, no muchos, de esa época. Otros están fallecidos, enfermos; la enfermedad no les permite recordar nada; otros, recuerdan algunas cosas y los más sanos se sienten entusiasmados, alegres, con solo pronunciar “Calufa”,  recordar sus aventuras, amores, humor, su amor a la escritura,  trabajo, diversión, hablar y discutir por asuntos de política nacional y del exterior, sus luchas siempre en pro del trabajador más humilde.

Calufa – cuentan testigos que aún habitan en El Llano – era un hombre elegante, “como de novelas”, super grande, cariñoso, enérgico, manos muy largas llenas de pecas y amor por el prójimo. Esto en boca de su sobrina, quien convivía con él, hasta su muerte cuando apenas iniciaba su vida a los catorce años y empezaba a sentir la belleza del ser humano que había en Carlos Luis.

 “Me chineaba, sus abrazos tenían un inmenso calor de amor;  pero me “nalgueaba” cuando algo no le gustaba de mí.  Al concentrarse ante algún escrito para un libro o por otro asunto político, acostumbraba salir de la Biblioteca, caminaba por el patio de un extremo a otro, en medio de las aves, disfrutando del frescor que brindaba el gran patio, árboles de mango y aguacates,  con las manos hacia atrás, concentrado, ordenando mentalmente sus ideas…”

La niñita, hacía los mismos movimientos, detrás de aquel “hombrón”, haciéndole una pequeñísima sombra. Esto enojaba a Fallas. “Anda, aléjese de aquí, déjeme en paz”, le decía con energía. Otras veces, desde el colchón o colchoneta donde ella dormía, a la par de la máquina de escribir, lo miraba y escuchaba “picotear” las teclas, hasta caer cansada, en un profundo sueño, al lado de tan valioso escritor y ciudadano costarricense.

Eso sí, cuando Fallas tenía reuniones políticas con los Mora Valverde, Ferreto Segura, Luisa González,  don Luis Carballo Corrales  y otros líderes políticos de la época, para nada le agradaba su presencia por lo que allí se trataba o planeaba, por el vocabulario utilizado u otras situaciones no aptas para la jovencita. Generalmente, la ubicaba para que durmiera placenteramente en otro aposento de la casona, para tranquilidad de ambos y visitantes.

Aparte de ser un caballero estricto en muchas de sus actuaciones, a toda distancia, por donde se le mirara, se distinguía por su actitud caritativa, quería con profundidad a la gente. Si alguien le manifestaba admiración por la bonita faja de cuero que portaba en su cintura, la donaba sin pensarlo mucho. Así con su ropa y zapatos.

Manifestaba con orgullo que sus escritos los realizaba como todo un aficionado; mientras la pesca y la caza – dos de sus grandes entretenimientos – lo hacía profesionalmente. Había mucha humildad en Calufa. Estas dos profesiones le permitían acudir a la montaña, a los ríos, acompañado de amigos del barrio y de otros lugares, incluso, amigos capitalinos a quienes invitaba con gran entusiasmo.

Recordamos a, Cazuca, Frijolillo, Gole, José “Chepe” Molina, Meli Montoya, Bolívar Leandro, Palanca Carvajal, Pedro Solano,  Chepillo Fallas,  Chino González, Vichí Soto, Sapito Solano, éste, el adinerado del grupo quien se apuntaba con buena comida para prepararla allá en el río  y Tililo Bravo. Esto de los sobrenombres, tomemos en cuenta que estamos hablando de alajuelenses, donde el nombre de pila bautismal no es tan importante para identificar a un ciudadano en este pueblo.

Su vestimenta de pescador, un visible traje fatiga, tipo militar, acompañado de fuertes botas negras. Organizaba la marcha, casi siempre a las diez u once de la noche, los sábados, desde el negocio de don Reinaldo Bravo Molina, conocido mejor como “Nayo”, una pulpería-cantina, establecida en una casona de adobes, paredes bien gruesas, detrás de la Iglesia La Agonía, a  unos “cien pasos” de la casona de Calufa.

El río Ciruelas, a un kilómetro, hacia el sur de Nayo, por entre cafetales, callecillas, trillos, para llegar a puntos muy  conocidos del río,  poza de don José, poza la Paila y poza Tres Saltos. O poza Azul, en el mismo río pero en el sector de El Brasil, hacia el Este (Finca de los Solanos). Esto, un natural escenario diseñado por las manos de Dios para que Calufa y compañeros de lucha y diversión, se dieran todos los gustos a su alcance.

Su felicidad se hacía más grande, cuando traía docenas de “barbudos” o pescados incrustados en cañas de bambú para que su tía Mina los preparara, especialista en hacer delicias de estos inofensivos animalitos, bien tostaditos, al alcance de toda la familia y vecindario. También se ubicaba a la salida de la misa en la ermita La Agonía, a repartir el botín obtenido en las aguas del Río Ciruelas o El Brasil, a las señoras.

Todo lo hacía Calufa con gran devoción. Se encerraba en su biblioteca dos ó tres días para los escritos, con la indicación de que nadie lo molestara; así con devoción tomaba el río, la pesca, su ideología, la diversión para disfrutar de las riquezas y maravillas de nuestro planeta.  Aguas sin contaminantes, la presencia de ardillas, aves de todas clases, lagartijas, iguanas, cangrejos, higuerillas, cañas bambú,  bajo enormes sombras producidas por frondosos higuerones,  nances, guabas, guapinoles, guanacastes y otros, lugar exquisito para el descanso y la pesca de miles de barbudos; animalitos que no veían con simpatía la presencia de estos personajes cargados de cuerdas, anzuelos, carnadasgeneralmente lombrices de tierra – y  más implementos de pesca. Menos, cuando Fallas realizaba competencias o concursos entre los pescadores, premiando con un café bien calientito, allí sentados en las piedras,  al primero en capturar uno de ellos.

Como cazador, un día le robó a la montaña una “chancha de monte”, pequeña. Así la llevó al patio grande de su mansión natural, junto a los otros animales y convivencia con el ser humano. Sintió gran afinidad, amor, por “Marraqueta”, inseparable amiga. Así la bautizó.  Fue su mascota por mucho tiempo.

Fallas no tanto, pero los demás miembros de la familia, empezaron a sentir molestia con el animal, por su aliento pestilente y dañino en cosas de la casa. Sacaba la ropa de la palangana, bien lavadita por las manos de doña Tiva, quien tenía listo el tendedero en el patio para secar todas las piezas; hasta que un día, Marraqueta mordió a una de las visitas, a un niño.  Fue el final de la chanchita, este accidente fue causa que  motivó a todos, incluso, Calufa con el dolor en el alma, obsequiar a otras manos vecinas a tan inquieta mascota.

Practicaba en las montañas el “tiro al blanco”. Un día, allá por el Río Brasil,  indicó a Pedro Solano sostener la placa metálica donde se señalaba el punto central del tiro. Con sus manos en alto, a varios metros de él, Fallas le iba  indicando la posición correcta… hacia arriba, hacia abajo, a un lado; de pronto disparó tres veces el “máuser”, casi dando en la cabeza del ingenuo Pedro, quien salió como loco del susto, en franca carrera sin ningún rumbo y gritando un montón de palabras contra Fallas, hasta aparecer debajo del puente del río muy enojado y nervioso, por tal imprudencia que casi lo mata.  Parece que nunca más volvió a colocar la placa para practicar el tiro y no quedó muy a gusto con la broma tan salvaje.

La niña, eje central de estas vivencias, vivió grandes momentos, junto a Fallas. El gran sufrimiento, en los dos, eran los viajes más allá de las fronteras realizados por el escritor. Siempre en asuntos políticos, conferencias de los partidos políticos Comunistas del área Socialista, reuniones de escritores, exposiciones de libros,  asuntos sindicales, congresos y otros asuntos.

En sus maletas, Calufa llevó  y trajo el recuerdo de su niñita de lindo pelo largo, nunca olvidó traer  sus cariñitos, le traía cosas hermosas como muñecas, flores, adornos en vidrio. En una ocasión, trajo desde un país lejano – posiblemente desde la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (U.R.S.S), Checoslovaquia, Bulgaria, Rumania u otro – una canastita con flores, entre sus manos. Desde su salida, las acariciaba para que no sufriera el mínimo deterioro, hasta llegar a las delicadas manitas y fantasía de su sobrina, allá en su querida casita.

La niñita sentía a su tío siempre en su corazón y por sus poros brotaba el cariño y respeto hacia ese señor de manos largas y pecosas,  entregado a las letras y a las causas justas.

“El Palmar”, la casona pulpería y cantina de Nayo donde se reunían Calufa y amigos, sirvió como marco especial para las tertulias, durante las noches. Un selecto grupo estaba allí presente, desde las diez o media noche.

Los contertulios eran los amigos de pesca,  sumados don Enrique Solera, Elías “Balacho” el fabricante de trompos, Virgilio Villalobos quien era un fino sastre del barrio y don Roberto Chacón Jinesta, conocido intelectual anticomunista alajuelense.  Tocaban infinidad de temas, sin excluir, claro está, el político, la realidad nacional en esos momentos, la actividad sindical y organización de los trabajadores, el humor de los alajuelenses, actividades deportivas y más temas.

No importaba que entre ellos no coincidieran en lo ideológico, lo primordial fue la amistad, lealtad, cariño y apoyo. Se armaban buenos “pleitos” pero con honradez y respeto, cada cual defendiendo su campo o pensamiento político, sin causar enojo ni enemistades.

Un ejemplo de lo anterior lo manifestaba Fallas con la venta de Bonos económicos para mantener a su partido político y organización sindical.  Gente mejor acomodada económicamente, participaba con la adquisición de bonos de Cinco Colones y Cuatro Colones. Estas cantidades significaban mucha plata. Las denominaciones menores las adquirían los campesinos, obreros y amas de casa.

El establecimiento de “Nayo Zapallo”, como le decía Calufa, contaba con otras diversiones para el visitante.

En el extenso patio, un sector de éste ocupado por un juego muy bonito llamado “crocket o croquet”. Esto lo trajo Nayo a su propiedad al verlo funcionar en las plazas o campos abiertos del pueblo. Lo trajo para diversión, sin fines de lucro; funcionó para armar el “vacilón” antes o después de una mesa de traguitos, vinos y tertulias.  Para este juego, fue vital la concentración, la excelente puntería, la habilidad, la buena vista y otras condiciones físicas y mentales. Claro, que con “varios bien metidos” en el interior de los participantes, pocos podían completar el juego; entre estos no tan diestro Calufa, gran fiebre en consumir los vinos que el propietario traía de Italia y que más adelante tocamos algo al respecto, porque es parte del humor que caracterizaba al grupo y en especial a Fallas.

La pista para este juego funcionaba cubierta con una buena capa de aserrín, recogido de los aserraderos locales. Una bola de madera del tamaño a las utilizadas en los billares o pooles,  impulsada por una herramienta similar a un mazo, de igual material a la bola, no muy pesado. La meta o intención para ganar la competencia, lo representaban varios marcos de hierro, similares a los marcos del fútbol, en versión diminuto.  En esos marcos había que introducir la bolita.

Se peleaban más por si la bolita ingresó o no, si estaba antes o después de la raya límite, que por la ideología que cada uno sustentaba. Esto fue un lugar lleno de democracia.

Como siempre, los jugadores eran los contertulios y pescadores. Siempre una misma “pelota o barra” de alajuelenses, con otros más. El doctor Gamboa, Danilo Lara, Calufa, Cayetano Morera, Bolívar Leandro, Melico Valverde, Quique Solera. Comunistas, anticomunistas y neutrales. Ateos, cristianos.   Allí, si lo querían, podían organizar  hasta una guerra civil, pero la intención fue la paz, el compañerismo y conservar la esencia de vecindad y solidaridad.

Volviendo al perseguido “vinito” de Fallas. “Nayo Zapallo”, entre la línea de licores extranjeros en su establecimiento, mostraba uno de mucha calidad, origen italiano o español, llamado “latriella o latrilla”. Por caja costaba a ocho colones la unidad y lo vendía al escritor a catorce colones. Cuando se daba cuenta de estos números a favor del propietario y muy en contra del consumidor, le decía, usando un vocabulario y voz sumamente fuerte,  muy usual en él: “Mirá, cabrón, sinvergüenza, ladrón… ¿cómo diablos robas tanto?” Dicen testigos, que todos soltaban a reír y gritar ante esas palabras del escritor insigne de Costa Rica. Nayo fue una persona muy leída, adicto a la lectura de libros con manifiestos marxistas leninistas, muy amigo de Calufa.

En otra ocasión, siempre con humor y bromas entre los presentes, inventaban cada cosa para molestar, sin faltar la víctima o victimario en la persona agradable y jocosa del escritor.

La historia cuenta por boca de los vecinos, que el Partido Comunista de Costa Rica o Partido Vanguardia Popular, le había exigido a Calufa no consumir licor en el negocio de Nayo, menos en otros lugares. Esta situación, fue del conocimiento de amigos bromistas – característica del ingenioso alajuelense – y otras gentes de mucha confianza con Fallas.

En forma camuflada, Nayo le vendía traguitos de vino, a pedido del escritor. Para molestar, unos cuantos se pusieron de acuerdo y le echaron “carbón” diciéndole que el vino de procedencia peruana, era adulterado por Nayo. Ni lerdo ni con pereza, empezó a montar su respuesta, para la venganza contra el pulpero y cantinero. Aplicó la conocida ley, ojo por ojo, diente por diente.  En este caso, pagar broma pesada con broma aún más pesada.

Preparó una sopa muy parecida a la que Reinaldo acostumbraba consumir, hecha por su hermana. Contrató quién le trajera tres palomas tipo moradas muy comunes en potreros y de ahí sacó, con un montón de ingredientes, un caldo similar.

“¡Camarada, Nayo, aquí le mandan de mi casa esta deliciosa sopa, está buenísima!”.  Cuando se enteró del fraude y venganza, se le salió el “bravo”  y mandó a la paila grande del infierno a todos los comunistas. Fallas le mostró, como prueba de la broma, una bolsa de papel donde traía el montón de plumas de las inocentes palomas. “¡Así como me metiste un vino falso, la sopa también es falsa!”, decía muerto de risa.

Esto alegró inmensamente a los asistentes, quienes siempre fueron clientes fijos de “El Palmar”, un espacio para hacer siempre amigos y bromas.

Disfrutaron de más entretenimientos. Juego de cartas o naipes, tablero y ajedrez. Formaron varios grupos de ajedrecistas, dirigidos por un profesional en el juego ciencia, don Juan Borloz, un auténtico maestro. Calufa manejaba muy bien las piezas del ajedrez,  posiblemente sus amigos soviéticos le enseñaron cómo mover cada ficha para  triunfar.

Nayo Bravo Molina y su establecimiento, fue un lugar para hacer amigos toda la vida, hasta la muerte. Hoy, no existe nada físicamente. Ni la casona. Ni las cartas de naipe, ni los aros y bolas del crocket, ni una gota de vino.  Nada.  Han quedado recuerdos muy hermosos en el alma y corazón de los vecinos y por eso, brevemente, los vamos recogiendo en estas líneas. ….

Todo esto fue alegría y fiesta. Había recuerdos muy tristes entre esos amigos de verdad, amigos sin tomar en cuenta condición económica, color, ideología, religión.

Fallas contaba cuando tenía que luchar junto a su familia, bajo una sombra de pobreza: su abuelita, reconocida “rezadora” de novenarios y rezos, se ausentaba para acudir a los pedidos de los vecinos, mientras él se quedaba solito. El pan y comidas recogidos por la viejecita en cada rezo, con eso se ayudaban para ir pasando la vida…a pura plancha de carbón secaba su ropita para que fuera bien aseadito a la escuela, porque no tenía ropa en abundancia…así surgió Calufa, con mucho sacrificio logró lo que logró en beneficio personal y para orgullo y privilegio de nuestro pueblo.

Qué hermoso debió ser escucharle a Calufa Fallas estas historias. Hermoso porque fue una lucha para sobrevivir en una Costa Rica con más limitaciones en todo sentido, pero una Costa Rica más sana, más llena de paz, tranquila; sin tanto desorden como sucede hoy, con tanto corrupto político y mentiras,  donde todos debemos luchar para sobrevivir más que todo en busca de paz y comprensión con los demás, elementos de sobra en esa época.

Por poseer un vecino tan extraordinario, colaborador con su población en todos los campos, nos aprovechamos de su sabiduría y conocimientos. Muchos de los que hoy somos ya “bien adultos” o viejitos, en nuestra juventud como estudiantes de escuela y secundaria, acudimos a Fallas para resolver muchos de nuestros problemas estudiantiles. Él, siempre con las puertas abiertas de su casa y corazón, nos atendió sin escatimar tiempo, únicamente cuando se encerraba a escribir, posiblemente, no atendía a nadie, pero siempre contamos con su apoyo.

Dos casos, son dos grandes muestras de esa colaboración. Don Vichí Soto, hoy y siempre vecino de El Llano de Alajuela, cuando estudiante, la maestra o profesora doña Flory,  puso de “tarea” el tema de El Voto Femenino. Soto, al sentir la difícil tarea y un poco “quitado” para redactar  y escribir, pensó en la ayuda del escritor. Fallas le explicó e hizo una redacción.

El joven corrió feliz, seguramente para ganar “un excelente o un diez” en Español. Doña Flory al analizar el texto casi se va de espalda. “Usted, distinguido alumno, es muy inteligente y capaz, pero esto no es obra suya, en estas letras se oculta otra persona”,  le dijo con toda seguridad.

El joven confesó sin pensarlo mucho: “Calufa, nuestro vecino, me ayudó”.

La profesora se lo dejó como material de estudio e investigación para todo el estudiantado. Una joya de escrito. El alumno, por supuesto, sacó muy buena calificación porque aprendió muchísimo del otro maestro, Fallas.

El otro caso. Doña Melba, hoy una maestra pensionada. Muy jovencita ingresó a la Escuela Normal de Costa Rica, por cierto fundada en noviembre de 1914, en la Presidencia de don Alfredo González Flores. Para esos años, se necesitaba en Costa Rica con urgencia la formación de maestros, lográndose. La Escuela se convirtió en la Alma Máter del educador costarricense.

Durante sus estudios, tenía que exponer o realizar una charla para sexto grado, sobre el tema de Rusia. ¿Quién no iba a pensar en Calufa para desarrollar tremendo tema? La futura maestra, como lo hizo el joven estudiante, obtuvo la ayuda del escritor revolucionario. Un gran triunfo en la charla porque el trabajo lo ilustró con postales, fotografías y otros materiales que recibía y traía desde  Europa. También obtuvo una excelente calificación de sus profesores.

Otras personas acudían a Calufa, esta vez para meterlo a la cárcel o con la intención de asustarlo, cosa que no se asustaba por nada. A su propia habitación y biblioteca, la policía lo vino a buscar y tratar de capturar. Todo por motivos políticos, nunca por otras situaciones. Para un dirigente político y sindicalista con la pasta de héroe que mostraba este señor,  la situación en esos tiempos, se convertía en un camino muy  difícil.

Recordemos que el trabajo político se realizaba en forma clandestina porque la “izquierda o comunistas” estaban fuera de Ley, de acuerdo a lo establecido en la Constitución Política de Costa Rica, en el Artículo Noventa y Ocho (Artículo 98), párrafo segundo; se impedía la organización política-electoral y funcionamiento de este sector de ciudadanos costarricenses en forma libre, por considerar su ideología y prácticas contrarias a nuestra Paz y Sistema Democrático, exponiendo a nuestra Patria, Instituciones democráticas y pueblo con ideas extrañas y subversivas…

Dice la anécdota, que un día detectó a tiempo la presencia de la policía, observando algunos movimientos desde su biblioteca, a través de la ventana. Dejó a “medio palo” lo que estaba escribiendo y decidió emprender la carrera por la puerta trasera, hacia el patio de la casa.

Anotemos que antes, los límites entre los patios de casas vecinas se definían por hileras de alambres púas, piñuelas o nada. Muy fácil ingresar de una casa a otra, por los patios. La propiedad de doña Chela Soto pegaba con la casa de la familia Fallas Sibaja; entre estas familias existía enorme amistad y confianza, cosa usual por esos tiempos. Todo el mundo confiaba en todos. Hoy, todos desconfiamos de todos.

Entre piñuelas, cercas con alambres púas, tendederos de ropa y perros asustados, escuchó a su vecino, a nuestro vecino Calufa: “¡Chela, Chela, estos cabrones me persiguen!”

“¡Métase por aquí, muchacho, métase en mi casa! Sin dudarlo, ya estaba en la casa de Doña Chela, una familia de fieles creyentes católicos, amantes de la paz, la justicia y el bien comunitario.

Ya más tranquilos, conversaron del asunto; mientras la señora terminaba de preparar un exquisito lomo relleno de res, premiando a Calufa con un traguito de vino y una porción de lomito por su enorme carrera y huída de las autoridades.

A las horas, regresó, por los mismos patios, hacia su puesto en la biblioteca para continuar con su también deliciosa misión de escritor del pueblo. Fallas, cada vez que se encontraba con la señora de la excelente mano para cocinar, le preguntaba por el lomito tan delicioso que le trajo la carrera por los patios vecinos.

Aparte de lo anecdótico, es saludable recalcar que, el personaje perseguido, encarcelado, difamado, reprimido, su pluma despreciada y exilado, años después, el catorce de noviembre de 1967, es declarado por el Primer Poder de la República de Costa Rica, Benemérito de las Letras Patrias y Benemérito de la Patria.

Un hijo de la clase trabajadora de este país, dirigente obrero, político revolucionario e insigne literato, es hoy, lo ha sido siempre, ejemplo en su Patria y ejemplo para otros trabajadores del mundo quienes luchan por establecer en sus países, una sociedad más justa para todos.

Hoy, Calufa, Carlos Luis Fallas Sibaja, nuestro vecino, no salta las fronteras de los patios vecinos en busca de protección por el acoso policial y gubernamental; hoy salta las fronteras del mundo con sus obras, salta con el testimonio honesto, leal y justo en pro de los más necesitados.

Gracias, Calufa, aunque no esté presente físicamente, siempre será… ¡nuestro vecino!

(Publicado en REVISTA COMUNICACIÓN por la Escuela de Ciencias del Lenguaje. Instituto Tecnológico de Costa Rica. Centroamérica). Diciembre 2009.Edición especial dedicada a Carlos Luis Fallas Sibaja, «Calufa», en sus 100 años del natalicio.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Publicado diciembre 19, 2009 por José Manuel Morera Cabezas en Historias