Don José Joaquín Sánchez («Mechudo»)   Leave a comment


Autodidacta en electromecánica, persona seria, inteligente, honrado, trabajador, carácter fuerte, servicial, de poco hablar, educado, bondadoso, talentoso, amable, fiel a su creencia religiosa, Sabatino, (Quienes profesan esta religión destinan un día a la semana, el Sábado, para el descanso y reflexión). Todo lo bueno en un ser humano, lo tenía don José Joaquín Sánchez Villalobos.

Varias décadas atrás, no era usual o frecuente encontrar personas con cabellera frondosa y canosa, lo que llamaba la atención a los demás, sumado a su cuerpo espigado, de caminar sereno y zancada larga.

Su cabellera fue un secreto, nunca dijo a su familia la decisión de permanecer así. Algunos dicen que pudo ser alguna promesa o lo que fuera, lo cierto fue su decisión digna de todo respeto. Así conocimos a “Mechudo”, un alajuelense de nacimiento.

De él hablamos y escribimos estas líneas, tomando conceptos expresados por amigos, vecinos, familiares, su testimonio oral y escrito que nos permite referirnos, brevemente, a un personaje alajuelense.  

Toda Alajuela conocía a este gran señor, ya fuera por su nombre y apellidos, por el sobrenombre, presencia física o por la calidad de trabajo que ejecutaba.

Y muchos fuimos sus amigos y clientes que le llevamos máquinas de coser y de escribir para su arreglo, planchas, lavadoras, cocinas, cuchillos y tijeras para afilar, nos enseñó cómo enhebrar o desenhebrar con hilo una máquina, confeccionó piezas para máquinas industriales en caso de no encontrar repuestos, puso a funcionar cajas registradoras, sumadoras y muchos artefactos eléctricos.

Conocimos su residencia, contiguo a una casona de paredes de adobes y bahareque con techo entejado (foto casona esquinera), propiedades de don Solón Lizano, donde tenía instalado un pequeño taller, ubicada en el centro de Alajuela, en el barrio La Agonía, cien metros al Oeste de la Iglesia, hoy, un inmenso parqueo para automóviles.

El autor de esta recopilación, hace un recuerdo de esos momentos, hace unas seis décadas o más: “Mis padres eran administradores y dueños de un taller o fábrica casera, especialistas en la confección de camisas para adultos y niños y de un molino para las moliendas de maíz y venta de masa por libras…

Toda la maquinaria del conocido centro laboral (fotos máquina de coser del taller de Adilia), el sistema de electricidad de la casa y algunos aparatos del hogar, pasaron por las manos e inteligencia de este señor, era el mecánico oficial del taller y molino, ubicados en el interior de la propiedad; así como él tuvo su tallercito bajo el techo entejado de su casa…

 

Por curiosidad propia de un niño y muchachillo, observaba su trabajo, muy cerca de él, yo sentado en una silla o banco de madera y en el centro la máquina de coser en reparación. Quitaba piezas, las aceitaba, tomaba una herramienta y otra. Y en una caja metálica (o maletín) portaba sus instrumentos que no permitía nadie los tocara…

Cumplido su trabajo se despedía de nosotros. Daba las gracias. Esa caja metálica y herramientas tenían su gran peso, caminaba con ella en su mano o la cargaba en su hombro, hacia su taller o en busca de otro cliente, siempre con un paso parecido al “militar…”. Así me parece estar viéndolo en estos momentos, después de varias décadas. 

Y el montón de anécdotas que han quedado en la mente de sus clientes: una señora del barrio le pedía con urgencia a su hijo ir corriendo a buscar a su “mecánico preferido” para arreglar su maquinita “Singer”. Otras personas lo recuerdan cargando una máquina de coser, a pie, por las aceras del barrio. Una costurera le confiaba entregar la máquina sin ningún recibo, a pura confianza. Una cliente dice que lo dejaba solo mientras realizaba el trabajo de reparación y él se encargaba de cerrar la puerta de la casa al terminar el trabajo.  Y muy ordenado con su alimentación y comidas y por eso no aceptaba de sus clientes la invitación a “un gallito”, mientras estaba en su trabajo, antes o después. Eso sí, aceptaba llevar el «bocadito» a la casa. En los años setentas, dice doña Flor que él reparaba su máquina de coser y ella le remendaba la ropa. Las visitas las realizaba a “pata”, llegaba al punto que le indicaran, hasta Ciruelas fue caminando, ida y vuelta para atender a su paciente. Era el médico especialista para todo artefacto eléctrico o manual. Un verdadero «mago» en su trabajo.

Siempre estuvo soltero, sin hijos. Este gran personaje y trabajador alajuelense, falleció a los 85 años, nació en 1920…en Paz Descanse, “Quincho”.

Alajuela, noviembre 2023

NOTA:

Agradecimiento a todos los amigos, vecinos y clientes por sus conceptos dedicados a don José Joaquín, muy en especial a su sobrino Álvaro Sánchez Lara, sobrino.

Muchas gracias a don Gerardo Laly Moreira por la publicación en su página FB, del señor Sánchez, lo que me motivó hacer un texto o breve historia del personaje, de acuerdo a los testimonios expresados por escrito y en forma oral. El montaje de texto a cargo de José Manuel Morera C, recopilador de historias alajuelenses.

(F.N.  16 03 1920. Centro Alajuela. Def. 22 5 2005).

Otros datos: muy instruido

Amaba la lectura

Escuchaba programas por la radio, para aprender más.

Le gustaban los idiomas.

Reconocimiento al autor de estas líneas:

Qué belleza en la forma de expresar la historia de don Joaquín.

Gracias por la información

Excelente comentario

Esa recopilación queda, un poco vacía, al gran trabajo que realizó “Mechudo”

Agradable narrativa, concisa, pero a la vez explicativa

Me encantó el reportaje

Muy buena historia

¡Qué buen texto!

Muchas gracias por lo expresado en sus escritos reales

Muy hermosa descripción

Excelente recopilación

Excelente que escribieras de esta gran persona.

Muy bonito aporte.

Publicado noviembre 5, 2023 por José Manuel Morera Cabezas en Historias

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